Cuando hablamos del precio del CO₂ solemos pensar en el medio ambiente y el cambio climático. Sin embargo, ese precio se ha convertido también en un auténtico termómetro financiero: sube o baja y arrastra consigo a empresas de distintos sectores, como el energético, la aviación, la banca o el tecnológico.
En otras palabras: el coste de la contaminación afecta no sólo a la factura de la luz o al cemento utilizado para construir una casa, sino también a la valoración bursátil de muchas empresas europeas.
¿Qué es el EU-ETS?
Desde 2005, el Sistema de Comercio de Emisiones de la UE (EU-ETS), el mayor mercado regulado de carbono del mundo, funciona en Europa. Se basa en una idea muy sencilla: fijar un límite global de emisiones de CO₂ y repartir permisos entre empresas. Si una empresa logra contaminar menos de lo que le corresponde, puede vender su excedente a otras empresas que superen la cuota. Se trata de un sistema de "pago por contaminación" que busca rentabilizar las reducciones de emisiones para las empresas.
En la práctica, esto ha convertido al CO₂ en un activo financiero con su propio precio, que sube y baja en función de la oferta de permisos, la demanda de energía, los cambios regulatorios o incluso las crisis geopolíticas.
CO₂, 'bola de billar' financiera
En nuestro estudio, publicado en el Journal of Commodity Markets, analizamos datos de varias empresas europeas entre 2013 y 2025, desde grandes contaminadores (como cementeras, acerías o empresas del sector de la construcción) hasta empresas bajas en carbono (como empresas de servicios o farmacéuticas). La pregunta era clara: ¿cómo afecta la volatilidad del CO₂ -es decir, sus fuertes subidas y bajadas- al valor de estas empresas en bolsa?
Esto nos permitió ver cómo los shocks de precios del CO₂ se transmiten de forma diferente en cada contexto y qué sectores sufren más a corto y largo plazo:
El CO₂ impulsa los mercados. Lo primero que vemos es que su cotización no vive de forma aislada: sus altibajos se transmiten fuertemente al valor bursátil de las empresas. Es como una bola de billar que al chocar mueve otras piezas.
Los tiros son rápidos. La mayoría de estos efectos se producen a corto plazo, en unos pocos días. Cuando la UE anuncia una reforma, cuando estalla una crisis energética o cuando un país se retira del acuerdo climático, el precio del CO₂ sufre un shock y los mercados reaccionan de inmediato.
Las empresas que más contaminan son las más vulnerables. No sorprende que las empresas con grandes emisiones (petróleo, acero, cemento, electricidad) sean las que más sufran. Para ellos, cada aumento de CO₂ representa un aumento directo de costes. En nuestro análisis, aparecen como "receptores netos" de la volatilidad: absorben más shocks de los que distribuyen.
Las empresas con bajas emisiones tampoco se salvan. Es interesante que el impacto también lo sientan las empresas de sectores con bajas emisiones. ¿Porque? Porque los mercados financieros están reaccionando en bloque: los inversores interpretan el aumento del CO₂ como una señal de regulaciones más estrictas, y esto afecta incluso a aquellos que no dependen directamente de los combustibles fósiles. En algunos casos, estas empresas actúan como transmisores de volatilidad, arrastrando a la baja otros valores.
Los momentos clave dejan huella. En 2015, con el Acuerdo de París, se observaron picos de transmisión y el CO₂ se convirtió en la referencia de las ambiciones climáticas.
Entre 2018 y 2020 –con la implementación de la reserva de estabilidad del mercado para tratar de abordar los desequilibrios estructurales entre oferta y demanda, y el surgimiento de la pandemia– la volatilidad aumentó drásticamente, alcanzando tanto a las empresas altamente contaminantes como a las que estaban menos expuestas. Además, la reforma del sistema del Objetivo 55 para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la Unión Europea reforzó las ambiciones climáticas de la UE.
La guerra en Ucrania provocó un colapso temporal de los precios del CO₂ en 2022, pero luego el mercado se recuperó y volvió a ejercer presión sobre los sectores intensivos en energía.
¿Por qué debería importarle a las empresas?
El mensaje es claro: el CO₂ ya no es sólo un problema medioambiental, sino un riesgo financiero importante. Para una empresa cementera o eléctrica, los permisos de emisión son un coste que puede dispararse día a día. Esto requiere integrar el "riesgo de carbono" en la estrategia: mejorar la eficiencia energética, invertir en tecnologías limpias o diseñar planes de cobertura financiera que mitiguen la volatilidad.
Para las empresas de bajas emisiones, como las farmacéuticas o las de servicios, la lección es otra: aunque sus procesos no dependen del carbón o del petróleo, tampoco pueden ignorar el mercado del carbono. La reacción de un inversor ante un aumento de CO₂ puede afectar a su valoración y percepción de su sostenibilidad.
¿Por qué debería importarles a los inversores?
Los mercados interpretan cada vez más el precio del CO₂ como una señal para el futuro. Si aumenta, interpretan que habrá regulaciones más estrictas y mayores costes para determinadas industrias. Si cae, esperan una relajación o una reducción de las ambiciones climáticas. Esto afecta a las decisiones de inversión, las estrategias ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) y la gestión de riesgos de fondos y carteras.
En la práctica, el CO₂ se ha convertido en un barómetro financiero que condiciona el movimiento de capital: hacia empresas que muestran resiliencia y adaptación, alejándose de aquellas que parecen vulnerables.
¿Por qué debería importarles a los ciudadanos?
Aunque parezca lejano, todo esto nos afecta en nuestro día a día. El precio del CO₂ afecta a la factura de la luz, al precio del transporte y al precio del cemento utilizado para construir casas y carreteras.
Cuando una crisis provoca volatilidad del CO₂, esta volatilidad se transmite a la economía real. En 2018, por ejemplo, el aumento del CO₂ fue uno de los factores que incrementó el precio mayorista de la electricidad en varios países europeos, afectando directamente a las facturas de los hogares.
CO₂, actor financiero líder
El mercado europeo del carbono nació como una herramienta para reducir las emisiones al menor coste posible. Hoy, veinte años después, se ha convertido también en un actor financiero de referencia: su volatilidad afecta al valor de las empresas, a las decisiones de inversión y, en definitiva, a la economía de todos.
Estos efectos son cada vez más intensos y, sobre todo, inmediatos. Además, si las empresas no anticipan el riesgo climático, su competitividad y empleo pueden estar en riesgo. Por tanto, comprender el papel del CO₂ no puede ser una cuestión reservada a los reguladores o a los expertos en sostenibilidad: también es importante para gestores, inversores y ciudadanos.
En el camino hacia una economía descarbonizada, el precio del carbono será a la vez una señal de política climática y un indicador financiero clave. Y anticipar sus shocks puede marcar la diferencia entre perder competitividad o aprovechar la transición verde como una oportunidad.
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