Amigos, permítanme un preámbulo confesional: este es sólo mi ángulo: el de un observador, cercano al terreno, un poco atormentado por la llamarada de advertencia que ahora parpadea sobre la política mexicana. Mi intención no es convertir a los es…
Amigos, permítanme un preámbulo confesional: este es sólo mi ángulo: el de un observador, cercano al terreno, un poco atormentado por la llamarada de advertencia que ahora parpadea sobre la política mexicana.
Mi intención no es convertir a los escépticos ni inspirar la unanimidad, sino inyectar otro hilo en el ruidoso tapiz del debate público, un mosaico que con demasiada frecuencia deja de lado la disensión y el malestar.
Hace unos meses, admití en forma impresa que no había votado por la presidenta Claudia Sheinbaum ni por su partido, pero, de manera bastante inesperada, me sentí conmovido por la promesa de sus primeros meses en el cargo. Había algo genuinamente esperanzador en la forma en que manejó las propuestas de Washington, en cómo ella y el ministro federal de Seguridad, Omar Harfuch, lidiaron con las organizaciones criminales, en cómo hizo esfuerzos audaces para atraer inversión extranjera y, no menos importante, nombró un gabinete autoproclamado feminista.
Dije entonces –y lo digo ahora– que la reforma judicial, cuyos pasos finales hasta convertirse en ley ella guió, era una regresión peligrosa. Pero aún así, la esperanza estaba en pie. Incluso entre mis amigos escépticos, esa leve pero palpable sensación de posibilidad flotaba en nuestras conversaciones.
A Michoacán mayor's murder and polarization
Sin embargo, hoy esa esperanza se ha cuajado. El asesinato de carlos manzo Fue el punto de inflexión, no sólo por su brutalidad sino también por la inquietante sensación de déjà vu que produjo.
Manzo no se dejó tragar por la marea anónima de estadísticas. Estaba frente a la cámara, suplicándole al presidente que protegiera su ciudad. — Uruapan. La respuesta de Sheinbaum, desde el mañanera's sacred daisfue instar a Manzo a seguir los procedimientos oficiales. La burocracia se ofrece como bálsamo.
Lo hizo obedientemente. Al final, la "protección" de la Guardia Nacional Mexicana se extendió a un solo hombre, no a una comunidad azotada por un peligro real.
Las protestas estallaron, primero en Uruapan y luego en todo Michoacán. Los disturbios encontraron su rostro y símbolo: el sombrero, un llamado local para reclamar la seguridad básica. Como observó el ex consejero electoral Luis Carlos Ugalde, estas eran las condiciones perfectas para una auténtica movilización: un líder caído, un símbolo potente, una crisis y un llamado urgente a la acción.
Pero no confundamos las consecuencias con la coincidencia. Según un informe de la revista de noticias Wired, un grupo de jóvenes mexicanos, organizados en Discord, la plataforma de chat en línea preferida por los jugadores de todo el mundo, se sintieron impulsados por la movimiento nepalí denunciar la corrupción y la violencia. Sin embargo, casi inmediatamente después del asesinato de Manzo, surgieron perfiles en las redes sociales de la "Generación Z", supuestamente un movimiento idealista y sin líderes, pero que rápidamente se enredó con agentes del Partido Acción Nacional (PAN) y del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Desde el primer momento, el movimiento dio señales de estar siendo cooptado, como lo señaló la propia Sheinbaum.
La coreografía de la culpa y la desviación
Durante su conferencia de prensa diaria del 13 de noviembre, la presidenta Sheinbaum invitó a Miguel Ángel Elorza, director de Infodemia.mx –un sitio web mexicano dedicado a exponer "noticias falsas"– a revelar los rostros, nombres e historias de los organizadores de las protestas, como si estos ciudadanos se hubieran transformado de la noche a la mañana en el enemigo público número uno.
En la conferencia de prensa presidencial que siguió al asesinato de Manzo, Sheinbaum recurrió a un guión familiar: invocando a "la oposición", blandiendo recuerdos de la guerra contra las drogas de Calderón y desviando la culpa hacia los fantasmas de administraciones pasadas.
La polarización, en México, se ha convertido en una segunda naturaleza: un escudo conveniente contra la consideración de verdades incómodas. La política de militarización del presidente del PAN, Felipe Calderón, para combatir el crimen Una vez fue denunciado por el lado de Sheinbaum; ahora, sus políticas –difícilmente distinguibles– se topan con una coreografía de culpa y negación.
Lo absurdo es evidente: ningún líder, y mucho menos Sheinbaum, creó el dominio de los cárteles sobre el país o la peligrosa vulnerabilidad de México. Y lo que heredó fue una bomba de tiempo.
Las expectativas de que pudiera desactivar esta bomba antes del Comienza el mundialSon cosas de fantasía. Sin embargo, lo más inquietante no es la persistencia de la inseguridad en México sino la respuesta casi teatral de Palacio Nacional: acusaciones y espectáculo, en lugar de reflexión y reforma.
Marchas cooptadas, consentimiento fabricado
En cuanto a las marchas, ya no me uno a ellas. En un país donde las multitudes pagadas son algo natural, la protesta pública a menudo parece performativa, despojada de su potencia. Aun así, incluso tener el derecho de reunirse, de desahogarse (aunque sólo sea en el papel) sigue siendo un privilegio del que no hay que burlarse. Pero este frágil derecho es fácilmente aplastado. Una acusación lanzada –que su indignación es comprada, su protesta orquestada por "la oposición"– puede abaratar y silenciar la disidencia. Hoy en día, las críticas rápidamente se tachan de traición.
Ya puedo escuchar la respuesta: "Aquí hay otro panista amargado". Pero después de años en las trincheras de los medios, el cinismo no es partidista; Desconfío de todas las partes por igual. Si el presidente fuera PAN o PRI, todavía estarías leyendo exactamente este argumento.
Estoy de acuerdo con el presidente en un punto: en México, los movimientos sociales se han convertido desde hace mucho tiempo en plataformas oportunistas para los políticos que buscan ganancias electorales. Es, en efecto, inmoral que el PAN, el PRI e incluso magnates empresariales como Ricardo Salinas Pliego apresurarse a sacar provecho de una tragedia. Beneficiarse de la violencia y el dolor es indefendible.
Sin embargo, con cada protesta, el impulso del gobierno no es escuchar sino avergonzar. exponer públicamente a quienes organizan marchasponiendo nombres y rostros en la pantalla como si organizar una protesta se hubiera convertido en un acto de subversión, no en un derecho cívico.
¿Era necesario este espectáculo? ¿Estuvo alguna vez justificado? Cuando el presidente se burla de la existencia de manifestantes de edad avanzada en una marcha de la "Generación Z", incluso cuando los informes de inteligencia confirman agravios reales que los impulsan, ¿refleja esto un gobierno abierto a la disidencia, o simplemente hábil en la negación?
Que los médicos, los agricultores y los padres sean agrupados junto con los agitadores y despedidos con un encogimiento de hombros, eso no es compromiso, es eliminación.
El manual de buena gobernanza: perdido en la traducción
El antiguo filósofo y estadista romano Cicerón creía que los gobernantes debían servir a todas las personas de manera imparcial. Según esta métrica, Sheinbaum flaquea. Un organizador de protestas de 25 años recibe una paliza pública, mientras que miembros del partido perseguidos por acusaciones de corrupción obtienen vía libre. La justicia en México se imparte con una preocupante selectividad.
Entre amigos y conocidos, lo que alarma no es tanto la ideología como la sensación proyectada por el gobierno de que incluso una crítica razonable es sospechosa: un Estado-nación a la defensiva, donde las preguntas equivalen a subversión.
En este contexto, 37.000 mexicanos –en su mayoría privilegiados, en su mayoría empleadores– han elegido rehacer sus vidas en España y Portugal, según la revista financiera Forbes. Si tantos mexicanos están sopesando silenciosamente la opción de abandonar su tierra natal, no es una casualidad; es un temblor.
La pregunta que todos deberíamos hacernos
Si el presidente estuviera escuchando, preguntaría: ¿Qué pasó con la esperanza que alguna vez unió a los ciudadanos comunes (médicos, agricultores, madres) bajo la promesa de algo mejor? Quizás la respuesta sea ésta: un gobierno que expone y desacredita a los disidentes deja poco espacio para la lealtad, y menos aún para la esperanza.
Criticar no es traicionar; es tomar en serio la ciudadanía. La verdadera "luz amarilla" de alarma no se encuentra en las protestas callejeras que sacuden las ciudades mexicanas, sino en el cargo más alto del país, donde olvidar que la crítica es el alma de la democracia puede ser el problema más grave de todos.
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