El conejo europeo (Orictolagus cuniculus) recibe su nombre común por ser una especie que se puede encontrar en la mayor parte de Europa. Esta presencia es fruto de múltiples traslados históricos que comenzaron a producirse en época romana desde la Península Ibérica, donde tuvo su origen.
Actualmente, Orictolagus cuniculus sigue siendo un habitante común de los campos de la Península Ibérica, considerado parte fundamental del ecosistema mediterráneo y elemento clave en la relación entre naturaleza, caza y agricultura.
Sin embargo, estudios recientes han revelado que su historia evolutiva es más compleja de lo que se pensaba anteriormente. De hecho, un artículo que acabamos de publicar en el European Journal of Wildlife Research revela cómo coexisten dos especies diferentes de conejos en la Península Ibérica.
Dos linajes separados por millones de años

Mapa de la distribución global actual del conejo salvaje europeo. Las áreas oscuras y las flechas indican lugares donde se ha reportado la especie. Imagen tomada de Vaquerizas (2023)
Porque, como explicamos detalladamente en el artículo, el conejo europeo se divide en dos subespecies con caminos evolutivos independientes. Por un lado está Orictolagus cuniculus cuniculus (abreviado Occ), presente en el norte y este de la Península Ibérica. Y por otro, Orictolagus cuniculus algirus (ganso), endémico del suroeste ibérico y norte de África.
Ambos linajes se separaron hace unos dos millones de años, durante las glaciaciones del Pleistoceno, y hoy apenas coinciden en un estrecho cinturón central.
Además: "mismos" animales, diferentes genomas
Occ es un linaje introducido en Europa en los últimos dos milenios, desde donde se ha extendido a muchas otras regiones del mundo, incluidas Australia y Nueva Zelanda. Por su parte, el Oka está representado únicamente en algunas islas, incluidas las Azores y las Islas Canarias. Por tanto, Oca, más que "europea", es realmente "ibérica".
Aunque Oca y Occ son morfológicamente similares, como ocurre con muchas otras especies de conejos en el mundo, su biología, comportamiento y genética muestran profundas diferencias.
Después de revisar 57 estudios publicados desde 1980 hasta la actualidad, encontramos que casi el 80% de ellos documentan diferencias significativas entre ambos linajes en aspectos genéticos, morfológicos, reproductivos y ecológicos. La oca es más pequeña, más oscura y tiene orejas más cortas, crece más lentamente y tiene camadas más pequeñas; mientras que Occ es más grande, más prolífico y adaptable a diferentes entornos.
Incluso existen incompatibilidades entre sus cromosomas X e I, lo que indica una especiación incipiente. Es decir, la etapa inicial del proceso de formación de una nueva especie en la que dos o más poblaciones comienzan a divergir hasta alcanzar un aislamiento reproductivo significativo, pero aún incompleto.

Patrones clínicos de cambios de frecuencia alélica en el ADN mitocondrial (línea azul) y en el cromosoma I (línea roja) en la Península Ibérica, atravesando la zona de contacto entre Orictolagus cuniculus algirus (Oca) y O. c. cuniculus (Occ). Modificado de Vaquerizas et al. (2025)
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Conejo: plagas y especies en peligro de extinción
Estas diferencias biológicas también se reflejan en el estado de sus poblaciones. En el suroeste, donde predomina el ganso, experimentaron un drástico descenso, agravado por la aparición hace unos años de una nueva variante del virus hemorrágico RHDV2, que provoca una enfermedad mortal en los conejos.
En el norte y el centro, donde vive Occ, las poblaciones en su mayoría se han mantenido estables o incluso se han expandido.
Este hecho ofrece una paradoja: el conejo está catalogado como una especie en peligro de extinción en el sur, mientras que en el norte de la península central se considera una plaga. Sin embargo, las políticas públicas continúan tratándolo como una sola entidad, aplicando los mismos marcos de gestión a situaciones contrastantes.
El conejo es la base de la dieta de depredadores emblemáticos como el lince ibérico (Link pardinus) y el águila imperial ibérica (Aquila adalberti). Su falta en el sur pone en peligro la recuperación de estas especies, mientras que su abundancia en el norte y centro provoca graves daños a la viña y los cultivos de cereales en comunidades autónomas como Castilla-La Mancha, Aragón o Cataluña.
La repoblación sin mirar el ADN puede resultar costosa
Desde la década de 1990, la repoblación y reubicación de conejos de áreas donde todavía tienen altas densidades se ha utilizado para reforzar poblaciones menguantes con fines de conservación o caza. Sin embargo, los expertos advierten que el desplazamiento de conejos sin tener en cuenta su origen genético puede resultar contraproducente para la conservación de los gansos.
La introducción de ejemplares de un linaje en territorios ocupados por otro puede provocar la pérdida de adaptaciones locales y desequilibrio ecológico. Aunque la Directiva sobre hábitats (92/43/CEE) prohíbe la introducción de líneas no autóctonas, su aplicación práctica sigue siendo limitada. En Castilla-La Mancha, quizás la comunidad autónoma con mayor grado de dificultad para que Occ y Oca convivan de forma natural, han empezado a regularlo, pero falta una estrategia común a nivel de toda la región Ibérica.
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Dos estrategias que garantizan tu futuro
El manejo de los conejos peninsulares debe adaptarse a la biología de cada linaje. En el suroeste, dominado por los gansos, es urgente priorizar la conservación, la restauración del hábitat y la reducción de la mortalidad por enfermedades, caza y depredación. En las zonas agrícolas del norte y centro, donde abunda la Occ, las medidas deberían centrarse en un control sostenible que minimice los daños a los cultivos sin alterar el ecosistema.
Las repoblaciones también deben realizarse únicamente dentro del área de distribución nativa de cada linaje y en base a análisis genéticos previos para evitar problemas no deseados, como el reemplazo de poblaciones de Oca por Occ en el área de distribución de Oca.
Dos historias bajo un mismo nombre
El caso del conejo salvaje en la Península Ibérica muestra cómo la historia evolutiva puede condicionar los desafíos actuales de conservación. Dos linajes separados hace millones de años reaccionan hoy de manera diferente a las presiones humanas y ambientales. Descuidar esta diversidad podría llevarnos a perder uno de los linajes más antiguos de Europa mientras otro se multiplica sin control.
En la Península Ibérica conviven bajo un mismo nombre dos historias naturales: la historia del auténtico conejo ibérico necesitado de protección, y la historia de otro conejo más europeo y cosmopolita, que debe ser gestionado. Reconocer esta dualidad es el primer paso para garantizar su preservación y convivencia.
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