La industria del deporte en España no es sólo una pasión, estadios llenos y millones de retransmisiones, también representa el 3,3% del PIB nacional. Sin embargo, este sector se encuentra atrapado en un dilema constante: ¿dar prioridad a la rentabilidad económica o al éxito deportivo? La pregunta no es nueva. En 1990, la Ley 10/1990 del Deporte obligó a la mayoría de los clubes a transformarse en Sociedades Anónimas Públicas (SAS) para combatir el elevado endeudamiento que amenazaba la viabilidad de la competición. Sólo cuatro instituciones -FC Barcelona, Real Madrid, Athletic Club y Osasuna- y gracias a que sus cuentas estaban saneadas en ese momento, consiguieron mantener su modelo asociativo de clubes.
Y la lira también: ¿Debería el Real Madrid cambiar su modelo de propiedad?
La intención de la ley era clara: introducir disciplina financiera y garantizar la sostenibilidad de un sector con deudas crecientes. La transformación en Estados Unidos tenía como objetivo lograr un modelo de gobernanza en el que la responsabilidad económica estuviera en primer plano.
¿Qué dicen los datos?
Analizamos el caso de España para comprobar si el modelo de clubes es efectivamente menos eficiente que el modelo estadounidense. Para ello, examinamos todos los equipos de LaLiga a lo largo de 11 temporadas, midiendo tres dimensiones:
Eficiencia deportiva, en relación con el rendimiento alcanzado en el campo en relación con los fondos invertidos.
Eficiencia económica, relacionada con la capacidad de generar ingresos y controlar costos.
Eficiencia social, que incluye el valor creado para los diferentes grupos de interés (entre otros, la sociedad, los trabajadores o los aficionados).
Los resultados del análisis muestran que no existen diferencias significativas entre los clubes y Estados Unidos a nivel económico. En otras palabras: convertirse en una corporación deportiva no garantiza una mayor eficiencia financiera.
Esta conclusión es particularmente relevante porque uno de los objetivos centrales de la ley de 1990 era precisamente corregir la fragilidad económica de la entidad. Sin embargo, décadas después, las deudas continuaron acumulándose y el modelo estadounidense no logró resolver los problemas estructurales que aquejan al fútbol profesional español.
Además: ¿Y si el Barça quebrara? Implicaciones de ser una corporación deportiva
Dimensión deportiva y social
Sin embargo, si se mira más allá de lo puramente económico, las diferencias son claras. Los clubes son significativamente más eficaces en los deportes. Es decir, logran un mayor desempeño sobre el terreno con los recursos que tienen y, además, tienen un mayor nivel de eficiencia social: crean más empleos, aportan más recursos financieros a la sociedad en forma de impuestos, entre otros factores.
En otras palabras, los clubes no sólo compiten con éxito en el deporte, sino que también demuestran que es posible mantener un modelo competitivo sostenible y profundamente arraigado en su base social.
La nueva Ley del Deporte 39/2022 dio algunos pasos en esa dirección. Por un lado, reabrió la posibilidad de que más clubes pudieran competir en el ámbito profesional sin tener que ser Estados Unidos. Esto significa que se podrán crear nuevos clubes deportivos que, manteniendo la forma asociativa, puedan participar en las más altas divisiones. Por otro lado, el proyecto de ley introduce tímidos mecanismos para aumentar la participación de los aficionados en los órganos de gobierno de Estados Unidos. Estas medidas son más simbólicas que reales y claramente insuficientes.
El futuro de la gestión deportiva
El futuro sólo se puede entender avanzando hacia modelos de gestión híbridos, capaces de combinar eficiencia económica, logros deportivos y compromiso social. En ellos, los diferentes grupos de interés -pero especialmente los fans- deben tener un papel real, no sólo testimonio. Sólo así será posible afrontar los retos que marcan la agenda de la industria deportiva actual: la entrada de fondos de inversión y multipropiedad, el riesgo de perder la identidad de los clubes históricos y las crecientes exigencias de sostenibilidad financiera que limitan la competitividad deportiva a nivel internacional.
Y lea también: ¿Por qué se creó la Superliga y por qué fracasó en apenas dos días?
Los clubes pueden ser igual o más eficaces que Estados Unidos no sólo en el ámbito deportivo sino también en su dimensión social. Lo importante no es la etiqueta legal, sino la capacidad de construir estructuras de gobernanza que integren la sostenibilidad financiera, el éxito deportivo, la legitimidad y el compromiso con la comunidad. Es un gran desafío: mantener viva la esencia social de los clubes, y al mismo tiempo asegurar su competitividad en un mercado global cada vez más exigente.
0 Comentarios