El chupete y el dedo son grandes aliados para la comodidad del bebé, pero también pueden afectar la salud bucal. Si se continúan por más tiempo del recomendado, estos hábitos de succión pueden cambiar el crecimiento de la mandíbula y la posición de los dientes. Saber cuándo y cómo eliminarlos es fundamental para evitar problemas futuros.
Chupar para sobrevivir; chupar para calmar
La succión comienza como un reflejo, es decir, una respuesta motora involuntaria. Se observa por primera vez en el feto a las 14 semanas de gestación hasta que, a medida que el cerebro madura, el comportamiento se vuelve voluntario (entre los 4 y 6 meses de edad).
Este reflejo es necesario para alimentar a un recién nacido, pero no tiene la misma finalidad cuando los bebés crecen un poco y chupan un chupete o un dedo. Por eso los llamamos hábitos de succión no nutritivos.
¿Qué encuentra el niño en ellos? Algo muy importante: comodidad y relajación. Y si el menor está tranquilo, los padres también. Algunos estudios han demostrado que el uso del chupete se asocia con un menor estrés en la madre, una mejor relación madre-hijo y una percepción más positiva de la afectividad del niño.
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Calma instantánea y efectos duraderos.
Entonces, ¿por qué perturbar la paz familiar al eliminar estos hábitos? Porque si continúan en el tiempo pueden afectar el desarrollo de dientes y mandíbulas.
Los efectos del chupete y de chuparse el dedo son similares. Lo que solemos encontrar en los niños que siguen practicando esto a medida que crecen son dientes superiores espaciados e inclinados hacia afuera. En cambio, los dientes inferiores se inclinan hacia la lengua.
El crecimiento de la mandíbula también se ve alterado, provocando que desarrollen una mandíbula más estrecha de lo normal. El hueso no crece bien porque, cuando se introduce el chupete o el dedo en la boca, la lengua ya no está en contacto con él. Y ese es el principal incentivo para su crecimiento.
Si la mandíbula es más estrecha de lo normal, a veces se mueve la mandíbula para que los molares puedan hacer contacto. Si no se corrige a una edad temprana, esto puede provocar asimetría facial.
Otra característica que vemos en la boca de estos niños es lo que llamamos "mordida abierta anterior", el espacio entre los dientes superiores e inferiores a nivel vertical. A edades tempranas, a veces se trata simplemente de un problema dental, y en otras ocasiones puede ser consecuencia de un trastorno del crecimiento, que requiere un tratamiento más complejo.
Cuanto más tiempo esté el chupete o el dedo en la boca, mayores serán sus efectos. Y, al contrario de lo que muchos padres piensan, el uso del chupete durante la hora de dormir tiene efecto, debido a las muchas horas en las que este elemento actúa. No olvidemos que un niño de entre 3 y 5 años suele dormir entre 10 y 13 horas diarias.
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Cuándo y cómo decir adiós al chupete y al dedo
Lo ideal es que estos hábitos abandonen alrededor de los 2 años, momento que suele coincidir con la erupción del último diente de leche. Si se elimina alrededor de esta edad, los efectos son leves y generalmente se revierten a medida que el niño crece. A partir de ese momento, cuanto más dure la abstinencia, más evidentes serán las consecuencias y más arraigado se volverá el hábito.
Generalmente, alrededor de los 2 años no resulta difícil eliminar estas conductas, especialmente el chupete. Se puede eliminar de forma gradual o definitiva, dependiendo de cada niño. En ambos casos se requiere firmeza y paciencia. Es recomendable que los padres celebren los logros de sus pequeños y les ofrezcan una alternativa, como un peluche para dormir.
Si el hábito continúa y hay oportunidad de razonar con el niño, se puede utilizar refuerzo positivo o establecer un sistema de recompensa por los logros. Cuando ninguna de las estrategias anteriores es suficiente, es necesario colocar el aparato en la boca.
Sin embargo, no podemos olvidar que lo más importante es que el niño esté convencido de que quiere dejar el hábito. Dado que una ventosa para el dedo suele ser más difícil de quitar que un chupete, los padres deben tener cuidado de que el niño no confunda el objeto con un dedo.
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Un dedo como refugio
Como hemos señalado, en ocasiones el hábito de la succión digital es muy difícil de eliminar, porque intervienen factores psicológicos. También puede ocurrir que, tras años de deshacerse del hábito, el niño vuelva a hacerlo.
Esto suele ocurrir después de situaciones que pueden resultar traumáticas para el niño, como la muerte de un familiar cercano, durante el divorcio de uno de los padres o por problemas en el colegio. Es decir, en el momento en que se crea tensión emocional en el niño, éste se apoya en el dedo para liberarla.
Cuando llega la adolescencia, el hábito de chuparse los dedos persistentemente suele ser sustituido por morderse las uñas.
Como lo demuestra la evidencia, chuparse el dedo o usar chupete es común durante los primeros años de vida porque ayuda a los bebés a sentirse seguros y tranquilos. Pero si el hábito continúa, puede afectar el desarrollo de los orofaciales. Además, es importante fijarse si el gesto es sólo un hábito o sirve como consuelo ante la ansiedad, la inseguridad o la falta de apoyo emocional.
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