La Comisión Europea avanza con su nuevo Sistema Europeo Común de Retorno. Este marco legal haría que el retorno de los inmigrantes fuera más rápido, pero también más punitivo, con detenciones más largas, condiciones más estrictas y la creación de "centros de retorno" en terceros países.
Pero, ¿reflejan estas medidas propuestas las opiniones de quienes las implementan: agentes de policía, jueces, fiscales y trabajadores sociales? Nuestra investigación muestra que el nuevo sistema no sólo es ineficaz para lograr sus objetivos, sino que también empeora la situación de los afectados y viola sus derechos humanos.
La retórica de la Comisión sobre la "eficiencia"
El principal argumento de la Comisión Europea, como afirmó su presidenta Ursula von der Leyen, es que el sistema actual es ineficaz, ya que sólo se ejecuta el 20% de las órdenes de deportación.
Sin embargo, la visión de la Comisión sobre la eficiencia se limita a la simple cuestión de cuántas deportaciones se han completado. Esto significa que prioriza la implementación sobre la protección y fomenta el retorno forzoso, ignorando tanto los derechos humanos como las soluciones alternativas y más sostenibles.
Partiendo de esta elogiosa definición de "eficiencia", la respuesta de la UE a la "ineficiencia" consiste en endurecer el sistema mediante normas restrictivas y punitivas. Esto incluye:
Incrementar el número de retornos forzosos con un sistema europeo común
Ampliar el uso de la detención
Establecimiento de zonas de deportación en terceros países.
Sin embargo, falta un componente clave. Antes de proponer una legislación con tal potencial de impacto social, económico y político, la Comisión Europea no presentó pruebas concretas basadas en investigaciones. No ha justificado la urgencia con la que quiere promulgar la ley, ni ha cuantificado cuán efectivas serán sus propuestas punitivas y restrictivas para lograr sus objetivos.
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Historias desde el suelo
Nuestra investigación llega en un momento crucial porque se centra en algo que está ausente en muchos debates sobre formulación de políticas: las perspectivas y experiencias de quienes realmente implementan estas políticas: agentes de policía, jueces, fiscales y trabajadores sociales.
Aunque el estudio se realizó en siete países de la UE (Alemania, Bélgica, Eslovenia, España, Grecia, Italia y Suecia) y Reino Unido, los resultados que presentamos se centran en España. Revelan por qué las deportaciones y detenciones son ineficaces, incluso para quienes las llevan a cabo.
En España, el porcentaje de órdenes de expulsión ejecutadas es similar a la media europea. No obstante, a medida que la extrema derecha antiinmigrante gana terreno y los partidos de derecha tradicionales siguen su ejemplo, algunos partidos piden controles de inmigración más restrictivos que limiten la legalización y prioricen la deportación de inmigrantes.
Pero la historia sobre el terreno es bastante diferente. Nuestro estudio revela la profunda frustración de quienes realmente implementan la política migratoria. Son ignorados por los políticos que, ni en los debates ni en la política, tienen en cuenta las experiencias y actitudes de las personas que trabajan con inmigrantes que enfrentan irregularidades administrativas:
"Creo que todo esto podría resolverse preguntando a las personas que realmente están haciendo el trabajo, pero nunca se les consulta. Nunca se les pregunta: '¿Es esto factible? ¿Se puede hacer esto?' (Policía: ES-FG1-P4).
Entre todos los agentes fronterizos, nuestro análisis reveló una insatisfacción universal con la detención y la deportación como respuesta principal a la migración irregular, aunque las razones variaron entre los grupos. De hecho, las entrevistas muestran que muchos de ellos no ven la deportación como un medio de control migratorio, sino como un castigo:
"Nuestro trabajo no es deportar a extranjeros. Nuestro foco está en los delincuentes extranjeros. Delincuentes. No tenemos ningún problema con los extranjeros" (Policía: ES-FG1-P1).
El párrafo anterior sugiere que la deportación se utiliza principalmente en casos penales y no como una respuesta general a irregularidades administrativas. Incluso en casos excepcionales, la deportación se considera excesiva porque ya existe un sistema penal bien equipado para hacer frente a la delincuencia. Esto plantea la cuestión de si la detención y la deportación son alguna vez proporcionadas o necesarias.
Finalmente, los agentes subrayan que una mayor inversión en medidas de detención y deportación no resolverá los problemas estructurales. Creen que la burocracia es excesiva y señalan las contradicciones entre la deportación y los derechos de los migrantes, que deberían ser garantizados por el Estado y los acuerdos internacionales:
"La forma en que funcionan las expulsiones es como si tuviera que hacer un trabajo pero tengo las manos atadas. (Policía: ES-FG1-P5).
La regulación es la clave
¿Cuál es entonces la alternativa a la deportación? Una respuesta, ausente en la propuesta de la Comisión, sería reducir las órdenes de deportación y crear canales legales para las personas que enfrentan irregularidades administrativas.
Contrariamente a la retórica política dominante, los propios agentes fronterizos ven la regularización como la forma más eficaz de contrarrestar las irregularidades. Algunos policías nacionales españoles incluso admiten que la irregularidad es más una cuestión de política que de policía:
"El problema que tenemos aquí no se puede solucionar. Hay que regularlos, esa es la clave" (Policia: ES-FG1-1).
En la práctica, los agentes prefieren no ordenar la deportación en respuesta a irregularidades. Nuestro trabajo de campo con migrantes en riesgo confirma esta dinámica: aunque temen conflictos con las autoridades, el miedo a la deportación a menudo supera otras incertidumbres, como el acceso inestable a la vivienda y al empleo.
Hoy en día, muchas personas bajo órdenes de deportación terminan pasando años de sus vidas en un limbo legal, con acceso limitado a derechos y servicios. Nuestra investigación apunta a alternativas como los permisos de trabajo y residencia, que otorgan derechos a personas que han demostrado vínculos sociales, económicos o familiares con el país. En España esto se conoce como "regularización por arraigo", literalmente "regularización por raíz".
Lejos de ser un "factor de atracción", como afirman repetidamente los partidos conservadores, estas medidas benefician a la sociedad en general tanto como a los inmigrantes: reducen la participación en la economía informal y fortalecen la cohesión social.
La evidencia es clara: la deportación, ya sea a países de origen o a terceros países, es costosa, ineficaz y a menudo incompatible con la protección de los derechos humanos. El fracaso de acuerdos como el de la UE-Turquía y el de Italia-Libia, así como el de pactos más recientes como el de Italia-Albania y el del Reino Unido-Ruanda, ha quedado demostrado una y otra vez.
El juez con el que hablamos resumió sucintamente la situación:
"Desde una perspectiva judicial y un enfoque basado en los derechos humanos, (…) la deportación sólo puede justificarse materialmente en los casos en que se hayan cometido delitos graves o muy graves. La irregularidad no debe resolverse por la vía judicial. Esto debe hacerse mediante una política de regularización y una política migratoria adecuada, no criminalizando la migración" (Juez ES-7:).

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