En los últimos años se ha especulado mucho sobre los posibles efectos nocivos de las pantallas y los teléfonos móviles sobre la salud mental o la capacidad de concentración. ¿Existe evidencia sólida que respalde estas preocupaciones?
¿Los móviles son buenos o malos? ¿Son útiles? ¿Estamos perdiendo nuestra humanidad al usarlos? ¿Deberíamos desintoxicarnos de las pantallas? Para Daniel Miller, antropólogo especializado en cultura digital del University College de Londres y uno de los autores de The Global Smartphone: Beyond a Technology for Young People, la verdadera pregunta no es si son buenos o malos: necesitamos ver qué hace la gente con ellos.
Un teléfono móvil es un objeto extraordinario. Los antropólogos señalan que los medios digitales son sólo otro lugar donde vive la gente. El teléfono móvil es el "lugar donde vivimos", nuestra casa "portadora", nuestra "comunidad". Un adolescente no tiene que tomar un autobús o una bicicleta para llegar a la casa de sus amigos. Puedes estar con ellos por teléfono.
El teléfono móvil también refleja un oportunismo constante: hacemos fotos cuando vemos algo gracioso, un atardecer o un bebé sonriendo. Implica también disponibilidad y conexión constante con otras personas. Pero todo esto crea una presión constante: somos adictos al móvil, WhatsApp no nos deja libre, hay una pérdida de atención por culpa de la pantalla, dicen los psicólogos.
Cómo usar tu celular en Jamaica o China
Un equipo de antropólogos dirigido por Daniel Miller estudió cómo se utilizan los teléfonos móviles en diferentes culturas:
En Jamaica, se utiliza para aliviar la pobreza mientras se intercambia información sobre trabajo o búsqueda de ingresos, así como para consultas médicas breves.
En Turquía se utiliza especialmente para comunicarse con la familia.
En la India puede ser una herramienta de control masculino sobre las mujeres.
En China, el teléfono móvil es muy útil para paliar los problemas de las personas mayores.
En Uganda, los jóvenes envían dinero a través de teléfonos móviles a sus parientes mayores para cubrir los altos costos de la atención médica y los medicamentos.
En Japón, es necesario en caso de catástrofes (tsunamis, terremotos...).
Lo que hace del teléfono móvil una herramienta inteligente es la forma en que la gente lo utiliza "desde abajo": creatividad, posibilidades adicionales, posibilidad de contacto constante con amigos o familiares... La tecnología es increíblemente diversa porque la utilizamos de muchas maneras, aunque es cierto que algunos usos tienen un efecto negativo en determinadas personas.
Las personas mayores no suelen utilizar las apps de salud instaladas en sus móviles, esas que miden los pasos, el ritmo cardíaco o cuántas calorías hemos quemado en un día. Usan más WhatsApp para obtener información de salud, conectarse con médicos o compañías de seguros.
Las redes sociales como un abismo
Sean Parker, el primer presidente de Facebook, reconoció que Facebook es "un circuito de retroalimentación basado en la validación social... porque estás explotando una vulnerabilidad en la psicología humana".
Algunas redes tienen el lema implícito de que mis palabras no importan y yo no importo, pero aun así todos deberían escucharme. Gert Lovink, investigador de medios interactivos en la Universidad Hogeschool van Amsterdam (Países Bajos), confirma que las redes sociales nos llevan al abismo y crean tristeza tecnológica. Representan una distracción organizada y una cierta adicción, porque funcionan como una aspiradora social. Nos sentimos atraídos a volver constantemente a las pantallas.
Amy Orben, profesora de la Universidad de Cambridge, estudió el impacto de las pantallas en los adolescentes. Las pantallas pueden estimular la dopamina con ciclos de picos en nuestro estado de ánimo, seguidos de largos períodos de estancamiento, antes de caer. Mantenerse conectados ya no funciona a medida que pasamos de una intensa experiencia de placer a periodos de inseguridad laboral, familiar y emocional o sumidos en el aburrimiento.
Si las redes sociales son una adicción, como el tabaco y el alcohol, y nos mantienen enganchados al sistema, ¿la solución es salirse de la plataforma? ¿Desintoxicación digital? ¿Hacer terapia? Si esta fuera la solución, sólo estaríamos actuando sobre los síntomas, no sobre las causas.
Para Orben, las redes sociales todavía ofrecen muchas ventajas. Proporcionan placer, hacen amigos, cortejan, adquieren conocimientos o encuentran trabajo. No estamos enfermos y no somos adictos.
Cara más y menos amigable
Orben rompe con la idea simplista que vincula las redes sociales, la juventud y la adicción. El impacto de las aplicaciones no depende tanto del tiempo de uso como del tipo de contenido consumido. En los estudios, no hay ninguna señal fuerte que muestre un vínculo inequívoco entre las redes sociales y un peor bienestar: hay más efectos negativos por no dormir lo suficiente, fumar marihuana o comer mal que por el uso de las redes sociales.
Pero también hay un lado negativo, explican algunos expertos, en el uso de las redes sociales. Por ejemplo, el surgimiento de la "generación silenciosa": la renuencia de los adolescentes y adultos jóvenes a mantener intercambios verbales directos o hablar por teléfono. En su lugar, se utiliza WhatsApp o notas de voz y se pierden habilidades sociales y de comunicación.
Cuando envías un mensaje de texto a alguien, esperas recibir una respuesta. Esta espera es la "espera de texto", la experiencia prolongada y dolorosa de esperar un mensaje de texto, señala Gert Löwink. El fantasma electrónico del otro nos acecha: "cada vez que vibra mi celular, espero que seas tú". Y eso genera ansiedad. "El otro nunca espera: yo soy el que espera", como un enamorado que espera una señal de su amada.
El miedo a perderse algo o FOMO es el deseo de conectarse con los demás y el mundo. Es estudiar en casa para un examen y pensar en lo que nos perdemos porque nuestros amigos están en el bar. Algo similar está sucediendo en las redes sociales, junto con el voyerismo en línea: una forma fría y distante de cultura de vigilancia que evita la interacción directa.
Revisamos nuestra bandeja de entrada y nuestras actualizaciones por la misma razón por la que soñamos despiertos: eliminar el aburrimiento. Revisar constantemente tu teléfono es una forma instantánea de soñar despierto y concentrarte en otra parte. El uso de las redes sociales crea una forma modificada de conciencia y un estado de alerta hacia los demás. Tecno-telepatía.
Sin embargo, las Big Tech nos están manipulando a través de algoritmos diseñados para llamar nuestra atención. Esta manipulación sigue sin estar regulada. Si las plataformas no estuvieran programadas para engancharnos, podríamos usar las pantallas de una manera más consciente y equilibrada, recuperando el control de nuestro tiempo.
Sí, todas estas cosas son el lado menos amigable de la pantalla, pero los móviles no son ni buenos ni malos en sí mismos: depende del uso que le demos. En lugar de demonizar la tecnología o caer en alarmismos infundados, debemos comprender cómo nos relacionamos con las pantallas y encontrar un equilibrio consciente entre la conexión digital y el bienestar real.
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