El 12 de noviembre de 2025, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) publicaron un informe conjunto que da la alarma sobre el estado de la seguridad alimentaria mundial. Ambas agencias advierten sobre "reducir la ventana para evitar que millones de personas enfrenten una inseguridad alimentaria aguda".
El informe identifica dieciséis regiones de todo el mundo donde está aumentando el riesgo de una crisis alimentaria grave. Esto podría conducir a grandes emergencias humanitarias si no se toman medidas urgentes y coordinadas.
La guerra bloquea el suministro de alimentos
Los conflictos armados son la principal causa de la escasez de alimentos en la mayoría de los países mencionados en el informe. La violencia prolongada, la destrucción de tierras cultivables, los desplazamientos masivos y el bloqueo de corredores humanitarios reducen drásticamente el acceso a los alimentos.
Sudán es una de las zonas más críticas; Después de meses de intensos combates, millones de personas están atrapadas en zonas donde los mercados han colapsado y la distribución de ayuda es prácticamente imposible. La FAO advierte que algunas regiones podrían acercarse pronto a los umbrales técnicos de hambruna si no se puede estabilizar la situación.
Yemen se encuentra en una situación similar, con más del 40% de la población experimentando niveles graves de crisis alimentaria. La destrucción de infraestructuras básicas y la falta de combustible dificultan la llegada de importaciones, de las que depende la mayor parte de la nutrición del país.
En Palestina, el informe destaca que la inestabilidad crónica y las restricciones al movimiento de productos básicos han reducido aún más la disponibilidad de alimentos, lo que ha llevado a un rápido deterioro de los indicadores nutricionales.
La situación también es preocupante en Malí y Burkina Faso, donde la inseguridad y el control territorial inestable están provocando perturbaciones en los mercados, bloqueos en el comercio agrícola y pérdidas significativas en la producción agrícola.
En Burkina Faso, los hogares más pobres que viven en zonas afectadas por el conflicto enfrentan "interrupciones en el mercado y asistencia humanitaria limitada", según el último análisis de seguridad alimentaria.
Esta dinámica también se puede observar en Malí, donde las mismas condiciones están provocando "un rápido deterioro del consumo local de alimentos y de los niveles nutricionales". Este diagnóstico se apoya en datos de la escala de la fase integrada de clasificación de seguridad alimentaria. Calculó que la proporción de la población del país que sufre un consumo insuficiente de alimentos en septiembre de 2025 rondaría el 52%.
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Las crisis económicas aumentan la vulnerabilidad
Otro factor de inseguridad alimentaria es la inestabilidad económica, que se manifiesta a través del aumento de los precios de los alimentos, la depreciación de las monedas locales y el aumento de los precios de los combustibles y los suministros agrícolas.
En Haití, esta situación se vio exacerbada por la violencia y la alteración del funcionamiento normal de los mercados, dejando a millones de personas en extrema vulnerabilidad. Alrededor de 5,7 millones de haitianos, más de la mitad del país, ya padecen inseguridad alimentaria aguda, y esta cifra sigue aumentando.
Se pueden observar circunstancias similares en Myanmar y Etiopía, donde la devaluación de la moneda y la interrupción de la actividad económica han elevado los precios de los alimentos básicos. Esto ha reducido drásticamente el poder adquisitivo de los hogares.
El papel central de la crisis climática
El tercer factor importante es el cambio climático. El clima ya no se limita a incidentes aislados, sino que ahora es un factor estructural de vulnerabilidad, con sequías prolongadas, inundaciones repentinas, ciclones y olas de calor que afectan constantemente a regiones donde la agricultura depende en gran medida de las precipitaciones estacionales.
El Cuerno de África es el ejemplo más claro. Después de cinco temporadas consecutivas de lluvias insuficientes, millones de pastores y agricultores perdieron su ganado y sus cultivos, lo que provocó desplazamientos masivos y un aumento espectacular de la dependencia de los programas alimentarios.
El informe del VFP subraya que estos fenómenos, potenciados por las variaciones relacionadas con El Niño, se repetirán. En países como Sudán del Sur, Somalia y Etiopía, las precipitaciones extremas que siguen a una sequía a menudo destruyen la infraestructura básica, destruyen los cultivos y contaminan las fuentes de agua esenciales.
La ayuda humanitaria se está acabando
El cuarto factor, y uno de los más importantes para comprender la magnitud del problema, es la enorme falta de financiación humanitaria. El PMA advirtió que los fondos disponibles este año podrían rondar los 6.400 millones de dólares: muy por debajo de lo que se necesita para sostener las operaciones globales y muy por debajo de los niveles anteriores. Esto lo obligará a recortar las raciones, suspender los programas de nutrición y priorizar estrictamente a los beneficiarios más vulnerables.
Estos recortes tienen consecuencias directas. En zonas donde el conflicto impide el acceso a los alimentos y los mercados locales han colapsado, la ayuda humanitaria es la única fuente de sustento. Si la financiación sigue siendo insuficiente, millones de personas correrán el riesgo de pasar rápidamente de una situación de crisis a una emergencia alimentaria grave, o incluso a condiciones cercanas a la hambruna.
El propio PMA ha señalado que la falta de recursos compromete gravemente su capacidad para predecir picos estacionales o climáticos del hambre, limitando su ámbito de acción en algunas de las zonas más vulnerables del planeta.
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Una cuestión de estabilidad global
El informe de la FAO y el PMA muestra que la alimentación no es sólo una cuestión doméstica o una cuestión de hábitos individuales. La inseguridad alimentaria es a la vez síntoma y causa de inestabilidad, con repercusiones en la salud pública, la economía local y los movimientos migratorios.
La interdependencia de los mercados globales significa que las crisis alimentarias en los dieciséis puntos críticos de hambre identificados tendrán ramificaciones mucho más allá de su entorno inmediato, creando tensiones adicionales en los países importadores y las economías vulnerables.
A pesar de su tono de cautela, el informe concluye que todavía es posible evitar el deterioro masivo previsto para 2026. Señala que invertir en medios de vida, resiliencia y protección social antes de que el hambre alcance su punto máximo sería una "inversión inteligente en paz y estabilidad a largo plazo".
También enfatiza que el apoyo agrícola –en áreas como semillas, salud del ganado y acción temprana– es esencial para estabilizar la producción de alimentos y reducir la dependencia de la ayuda de emergencia. Al mismo tiempo, advierte que la falta de financiación y los bloqueos del acceso humanitario amenazan gravemente la capacidad de actuar a tiempo y que ignorar esta ventana de oportunidad tendrá un coste humano incalculable.

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José Miguel Soriano del Castillo no recibe salario, consultoría, propiedad accionaria ni financiamiento de ninguna empresa u organización que pueda beneficiarse de este artículo, y ha declarado que no tiene afiliaciones relevantes distintas al cargo académico mencionado anteriormente.
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