La hipertensión es insidiosa: normalmente no da ningún aviso. Sólo con una medición adecuada y periódica podemos detectarlo, controlarlo y evitar que se complique, lo que deriva en enfermedades cardiovasculares, que son la primera causa de muerte en el mundo.
Lo malo es que, según la Organización Mundial de la Salud, uno de cada tres adultos padece hipertensión arterial, y más de la mitad lo desconoce. La evidencia muestra que hasta el 80-90% de las incertidumbres en el diagnóstico o el seguimiento pueden resolverse mediante mediciones autoadministradas, siempre que se sigan los criterios correctos y se utilicen dispositivos validados.
El autocontrol de la presión arterial es un desafío
Medir la presión arterial (AMPA, acrónimo de automedición de la presión arterial), aunque parece sencilla, la tarea está rodeada de frecuentes errores. Para empeorar las cosas, a veces utilizamos dispositivos de validez cuestionable.
Su ventaja es que ofrece valores más representativos de la presión arterial real, evitando el "efecto bata blanca", que puede provocar hipertensión arterial en la consulta, o la "hipertensión enmascarada", que se produce cuando las mediciones son normales en el centro de salud pero altas en casa. La medición de la presión arterial en el entorno habitual del hogar predice mejor el riesgo cardiovascular.
Además, la automedición fomenta la participación activa del paciente, mejora la adherencia y reduce la necesidad de visitas clínicas, además de contribuir a la prevención incluso en personas sin hipertensión.
¿Quién puede realizar la automedición?
Antes de recomendar AMPA, los expertos deben evaluar si el paciente o su cuidador es un candidato adecuado. Deben excluirse las limitaciones físicas o cognitivas que impidan el uso del dispositivo, y deben evitarse en casos de arritmias graves, temblores intensos o altos niveles de nerviosismo antes de la obtención de imágenes.
Además, el paciente debe aprender el uso del dispositivo, la frecuencia de las mediciones y las condiciones adecuadas mediante una adecuada educación sanitaria. Sin la formación adecuada, la automedición puede provocar errores o ansiedad.
Los guías aconsejan hacerlo durante siete días consecutivos, tres veces por la mañana y tres veces por la tarde, descartando el primer día y promediando el resto. Para un seguimiento a largo plazo, sería suficiente repetir una o dos veces por semana.
Errores comunes que cambian los resultados
Las disfunciones más comunes son el resultado de factores internos (estrés, dolor, arritmias) o externos (postura incorrecta, manguito inadecuado o falta de descanso).
La medición debe realizarse en una habitación tranquila con una temperatura entre 20 y 25 ºC, tras cinco minutos de descanso, evitando comer, fumar o hacer ejercicio media hora antes. La mano debe descansar al nivel del corazón, la espalda debe estar recta y los pies deben estar en el suelo. El manguito debe colocarse directamente sobre la piel, firmemente pero sin apretar.
Los dispositivos de muñeca solo se recomiendan cuando no se puede utilizar un dispositivo de mano. En la primera sesión es recomendable medir ambas manos y tomar como referencia la que muestre valores más altos.
No todos los dispositivos son iguales
Muchos dispositivos, incluidos relojes inteligentes y aplicaciones móviles, no han sido validados ni calibrados según los estándares internacionales.
Un error de unos pocos milímetros de mercurio puede cambiar el diagnóstico. Por tanto, los tensiómetros para AMPA deben ser automáticos, montados en el brazo y con marcado CE. Su precisión debe estar respaldada por protocolos de validación reconocidos, como el acuerdo AAMI/ESH/ISO, y estar incluida en listas de dispositivos validados por iniciativas como STRIDE BP.
Las guías recomiendan revisarlos al menos una vez al año para garantizar la calibración.
La salud digital como aliada
Las nuevas tecnologías han abierto un escenario prometedor. La denominada M-Salud permite controlar tu presión arterial a través de apps, relojes inteligentes y plataformas digitales. Se estima que la mitad de los usuarios de teléfonos recopilan información sobre su salud y uno de cada cinco utiliza una aplicación de salud.
En la hipertensión, estas herramientas ayudan a reducir la presión arterial en unos 5 mmHg, mejorar la adherencia y aumentar la conciencia sobre los factores que influyen en la tensión, como el estrés o la actividad física. Además, facilitan la comunicación entre pacientes y profesionales y reducen los costes sanitarios al evitar visitas innecesarias.
Aun así, no todas las aplicaciones son fiables. Es necesario elegir aquellos basados en evidencia científica y con el apoyo de las instituciones de salud.
En un mundo donde las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la principal causa de muerte, promover el conocimiento público sobre cómo y cuándo medir la presión arterial es una poderosa herramienta de prevención.
Una buena medición de la presión arterial no es un gesto baladí: es una forma de participar activamente en el propio cuidado y reducir el impacto de la hipertensión en la población.
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