El trastorno del espectro autista (TEA) es una condición del desarrollo neurológico definida por dificultades en la comunicación y la interacción social, así como comportamientos e intereses limitados y repetitivos. Se presenta en muchas formas y generalmente afecta el procesamiento sensorial (hiper o hiporreactividad). En España, más del 1% de los escolares, incluidos preescolar, primaria y secundaria, están diagnosticados.
Los niños y niñas con este trastorno tienen dificultades para adaptarse a la escuela. La falta de formación especial para profesores y personal escolar, así como la falta de recursos adecuados y de sensibilidad institucional impiden que se preste la atención adecuada a las necesidades de apoyo sensorial, emocional e individualizado de estos estudiantes.
A continuación explicamos algunos errores habituales en la atención a estos alumnos en los centros educativos ordinarios.
Dureza mal entendida: más ansiedad y rechazo
Existe cierta confusión entre "rabietas" (arrebatos emocionales debido a una sobrecarga sensorial o emocional) y comportamiento grosero o desafiante.
Las crisis de desregulación (colapso, rabia o retraimiento, ensimismamiento), respuestas involuntarias a la sobrecarga sensorial o emocional, son comunes en los estudiantes autistas. Cuando los profesores no están capacitados en autismo, tienden a interpretar la desregulación como desobediencia.
Esto lleva a recomendaciones para que las familias "se endurezcan" o "no cedan", reforzando un enfoque conductual que es contraproducente. El trastorno del espectro autista suele coincidir con la ansiedad y la depresión: responder con castigos o peleas puede exacerbar estas conductas, aumentando la ansiedad del niño y creando un profundo rechazo hacia la escuela.
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Algunas madres con las que hablo en mi oficina informan que les toma más de dos horas cada mañana vestir a sus hijos y salir de la casa. Esta resistencia no es el resultado de la desobediencia, sino de la ansiedad provocada por entornos que los niños con esta neurodivergencia experimentan como inseguros y abrumadores.
Es importante entender que muchos niños con autismo no escuchan, no se levantan de sus sillas o intentan salir del aula no porque les resulte desafiante, sino porque no entienden lo que sucede o hay una sobreestimulación sensorial que los adultos no notan. Por ejemplo, después de un ruido fuerte o un cambio inesperado, el estudiante puede taparse los oídos, gritar o esconderse; En la lectura silenciosa, por el contrario, pueden hacer chistes para llamar la atención incluso sin signos de sobrecarga.
Para intervenir adecuadamente, ante signos de sobrecarga, es aconsejable reducir los estímulos, permitir una breve pausa en un lugar tranquilo (muchas escuelas ya cuentan con un "rincón tranquilo"), ofrecer auriculares y utilizar instrucciones breves y literales. Es útil anticipar cambios con apoyo visual, permitir tiempo de transición, dividir las tareas en pequeños pasos y permitir elegir entre dos opciones equivalentes. Es práctico acordar una señal sencilla para pedir un descanso o ayuda y reforzar específicamente las conductas adecuadas cuando se produzcan.
No acepte el uso de auriculares.
Las aulas ordinarias están diseñadas para un perfil neurológico estándar y muchas veces, como ocurre en España en las aulas de secundaria, tienen un número muy elevado de alumnos, hasta 30 por clase. Para los estudiantes con hipersensibilidad sensorial, común en los trastornos del espectro autista, estos espacios pueden resultar insoportables debido al ruido constante, la reverberación, la luz fluorescente, los olores intensos, la falta de espacios tranquilos. Esta sobreestimulación genera desregulación, fatiga y huida.
Los profesores deberían permitir que estos estudiantes usen auriculares con cancelación activa de ruido en el aula, ya que son una adaptación sensorial básica para aliviar la sobreestimulación. Aunque la normativa interna del centro prohíbe el uso de auriculares durante las clases, hay que tener en cuenta que para los alumnos con autismo debidamente diagnosticado, no son para un uso lúdico, sino por motivos de salud o reconocidos.
Modelos actualmente disponibles en España, como el Sony VH-1000XM5 o el Bose QuietComfort 45, han demostrado reducir la activación fisiológica en niños autistas.
Sancionar la ausencia o exigir excusa médica
Cuando el ambiente escolar se vuelve insoportable, muchas familias optan por ausencias ocasionales, ajustes de horarios o incluso ausencias temporales. Estas decisiones, lejos de ser respetadas, comprendidas y seguidas, desencadenan la apertura del protocolo de ausencia del trabajo, con el consecuente señalamiento institucional.
Para evitar sanciones se requieren informes médicos. Sin embargo, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos recordó que los pediatras y médicos no deben excusar la ausencia del colegio: su papel se limita a informar del estado de salud. El razonamiento corresponde a los tutores legales, y el centro aplica su normativa educativa; El informe médico confirma la situación clínica, pero no "da ni quita" justificación.
No apoya el cuidado en el hogar de la escuela secundaria
La educación secundaria es un punto de inflexión para algunos estudiantes con autismo. Las crecientes exigencias académicas y un entorno más anónimo y sensorialmente agresivo que en las escuelas primarias conducen a un deterioro del bienestar de los niños con autismo. En España se estima que el 70% de los estudiantes con TEA presentan algún trastorno mental como ansiedad o depresión.
Por esta razón, muchos adolescentes con autismo no pueden hacer frente a una escolarización regular: desarrollan síntomas de desregulación crónica, insomnio, ataques de pánico o comportamientos de evitación. En algunos casos aparecen pensamientos suicidas, como ocurrió en el caso de Lucía, una niña con TEA que se quitó la vida en Tenerife tras sufrir acoso escolar. Otros se ven envueltos en situaciones de ciberbullying, una forma de violencia que afecta especialmente a los estudiantes neurodivergentes.
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La única opción viable para muchos es buscar atención educativa en el hogar. Pero algunos centros educativos no aceptan informes médicos privados. Este rechazo carece de protección regulatoria. Tal negativa obliga a las familias a regresar al sistema público, y esperar demasiado impide una intervención oportuna.
Los estudiantes de educación en casa también reportan desventajas: los contenidos no siempre se ajustan a los planes individualizados del centro, y el aprendizaje recae únicamente en ellos o sus familias, lo que les obliga a pasar interminables días haciendo deberes sin un apoyo docente eficaz.
Sin priorizar la protección contra el acoso
Los casos de acoso escolar a menores con autismo también están aumentando en todo el mundo. Las familias denuncian (según los testimonios recogidos en mi práctica profesional que se incluyen aquí a título ilustrativo y no como muestra estadística) burlas, exclusión o agresiones físicas o verbales, sin una respuesta clara por parte de los centros.
Realmente involucrarse requiere más esfuerzo
La inclusión requiere mucho más que colocar físicamente a un estudiante autista en un salón de clases regular. Es necesario que los docentes comprendan qué es el autismo, en sus múltiples presentaciones, y cuenten con herramientas pedagógicas para adaptar la enseñanza a este perfil de estudiante; Además, que los centros pongan de su parte aceptando el uso de auriculares con cancelación de ruido, apoyando y escuchando a las familias en sus decisiones, aceptando informes médicos privados y activando un ambiente de comprensión y respeto entre todos los estudiantes para reducir al máximo la violencia.
Colocar a estudiantes autistas en aulas regulares sin adaptaciones ni comprensión es una forma encubierta de exclusión. La escuela debe ser un entorno que proteja, comprenda y siga. Es urgente revisar el modelo educativo desde una perspectiva ética y estructural, porque están en juego los derechos, la salud y la dignidad de miles de niños y sus familias.
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