Una ovación de pie que duró 23 minutos. Ésa fue la acogida que tuvo la película La Voz de Hind (Kaouther Ben Hania, 2025) en la última edición de la Bienal de Venecia, festival donde también obtuvo el Gran Premio del Jurado. A éste le siguió el Premio del Público en el Zinemaldia de San Sebastián (con una puntuación histórica de 9,52) y el Premio del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Chicago. El último hito conseguido por esta película es la nominación al Globo de Oro, en la categoría de mejor película en lengua extranjera.

El equipo de Voice of Hind presentó la película en el Festival Internacional de Cine de Venecia 2025 La Zona
The Voice of Hind cuenta la historia real de Hind Rajab Hamada, una niña palestina de cinco años que fue asesinada por el ejército israelí en Gaza. El 29 de enero de 2024, el coche en el que viajaba Hind con su tío, su tía y cuatro primos recibió 335 impactos de bala. Escondida entre los restos del vehículo y rodeada de los cuerpos de sus familiares, Hind pasó las últimas horas de su vida hablando por teléfono con voluntarios de la Media Luna Roja (Omar, Rana, Nisreen, Mahdi), que hicieron todo lo posible para salvarla.
A principios de 2024, este acontecimiento fue cubierto por numerosos medios internacionales y tuvo un importante impacto en la opinión pública. Sin embargo, con el paso de las semanas y los meses, se fue diluyendo entre las nuevas noticias que se publicaban diariamente sobre el genocidio en Gaza.
Ahora, en forma cinematográfica, respaldada por los resultados del festival y el elogio de la crítica, la historia de Hind está conectando con audiencias de todo el mundo. ¿Por qué las historias audiovisuales que dramatizan hechos reales a veces pueden evocar más que datos y estadísticas?
La era de la sobrecarga de información
Nunca antes el ser humano había podido acceder a tanta información, y de forma tan instantánea, como ahora. Estamos rodeados de novedades, las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Llevamos en nuestros bolsos y bolsillos un dispositivo móvil que nos da acceso instantáneo a todo lo que sucede en cualquier parte del mundo. En apenas unos segundos y con un clic podemos encontrar infinidad de datos sobre cualquier tema.
Sin embargo, también tiene consecuencias negativas: además de la rápida difusión del engaño y la desinformación, esa sobrecarga puede provocar aburrimiento e incluso insensibilización de los ciudadanos.
A esto se suma que la propia naturaleza de los ciclos informativos, tan acelerados y saturados de contenidos, hace que las noticias tengan una vida muy corta. Un acontecimiento trágico puede conmocionarnos en un momento determinado y olvidarlo unos días después. Así ocurrió, por ejemplo, con la foto de Aylan Kurdi, el niño sirio que murió intentando cruzar el mar Egeo para llegar a Grecia. Su imagen viajó por el mundo y se convirtió en un símbolo de la crisis migratoria, que se ha agravado desde entonces.
Ahora, cuando convertimos un hecho real en una historia audiovisual, dramatizando lo sucedido con las herramientas propias de la ficción, el impacto emocional de estas historias llega a los espectadores de una manera diferente.
El poder de las historias (y sus personajes)
Las historias audiovisuales (ya sean ficticias o basadas en hechos reales) son recreaciones de la realidad humana. Como tales, pueden ayudarnos a comprender cuestiones profundas sobre nuestra naturaleza, viajar a otras realidades y aprender sobre otras culturas, comprendernos a nosotros mismos y comprender mejor a los demás.
Ésta es una de las razones por las que, para el escritor Paul Auster, el ser humano necesita historias "casi tanto como la comida, y cualquiera que sea la forma en que se presenten, en la página impresa o en la pantalla de televisión, sería imposible imaginar la vida sin ellas".
En general, los actos que más recordamos son los que más emoción nos hicieron sentir. Y esa conexión emocional que establecemos con las historias proviene en gran medida de la empatía que nos generan sus personajes. El guionista y analista Carl Iglesias confirma que a la hora de escribir un guión cinematográfico es necesario utilizar técnicas narrativas que potencien ese impacto emocional.
En una escena de La Voz de Hind, Nisreen le explica a Omar que es una buena idea pedirle una foto a la persona después de perder a alguien en una llamada de emergencia. Es decir, acéptalo. Con los cuentos ocurre lo mismo: cuando contamos una historia con nombre y apellido, nos centramos en un personaje concreto. En el caso de las películas basadas en hechos reales, ponerle cara a una persona puede hacer que deje de ser sólo un número en una estadística. De esa forma, su historia será más difícil de olvidar.

Durante la noche intentan activar el protocolo de ayuda, Omar cuelga fotos de Hind en la oficina para que no olviden a quién intentan salvar. Técnicas narrativas de zona para recrear hechos reales.
La voz de Hind es un claro ejemplo de cómo la forma en que se cuenta una historia puede reforzar el mensaje que se quiere transmitir. El hecho narrado duró varias horas, pero la película lo condensa en 89 minutos.
No sólo se destacaron los momentos clave de lo sucedido; También consiguieron una estructura narrativa cinematográfica, con un conflicto ascendente, un punto intermedio, puntos de inflexión y un clímax final demoledor: cuando la ambulancia finalmente autorizada para salvar a Hind se encuentra a sólo unos metros de la niña, se escucha el impacto de un misil. Inmediatamente se cortó la comunicación con los rescatistas Yusuf Zein y Ahmed al Madhun. En ese momento, la desesperanza que invade las oficinas de la Media Luna Roja atraviesa también a los espectadores.
Además de las técnicas tradicionales de escritura de guiones, el equipo creativo de esta película tomó una decisión radical: mezclar una historia de ficción con la voz real de Hind. Desde el primer momento, el público sabe que las grabaciones con la voz de Hind son auténticas, aunque estén viendo a actores que interpretan a voluntarios de la Media Luna Roja.

Una imagen fija de la película donde se reproduce el audio de Hind indica que las voces en el teléfono son reales. Zona
Fragmentos de estas grabaciones fueron compartidos por la organización en las redes sociales en 2024, con el objetivo de crear conciencia sobre lo que está sucediendo en Gaza. Sin embargo, el carrete es corto y rápidamente se pierde en las profundidades de Internet. Cuando el metraje se integra en una narrativa audiovisual como la voz en off de Hind, el impacto emocional se puede generar con mayor precisión.
La dramatización se entrelaza con la realidad.
Saber que estamos escuchando a una auténtica hindú pidiendo ayuda, en los últimos momentos de su vida, lo cambia todo. Esta decisión creativa hace que el espectador establezca una conexión inmediata con la niña y su historia. Esta es la narrativa clave de la historia y, para el director de la película, el tunecino Kaouter Ben Hania, contarla de otra manera no tendría sentido.
Así lo explica la propia directora: "Cuando escuché el vídeo, lo primero que hice fue llamar a su madre. Ella estaba de luto, y lo primero que me dijo fue: 'Quiero que se escuche la voz de mi hija'. Entonces era una obligación moral para mí respetar su voz".
La hibridación entre realidad y ficción se expande en algunos puntos concretos de la película, cuando se escuchan las voces de voluntarios reales, entrelazadas con las voces de los actores que les dan vida. En una de las últimas escenas también vemos sus rostros. Omar y Nisrin son filmados desde un teléfono móvil hablando con Hind. En un momento dado, la lente de la cámara desenfoca a los actores y en la pantalla del teléfono móvil aparecen los rostros de voluntarios reales. Esta decisión formal, en un momento de máxima tensión dramática, nos vuelve a recordar que se trata de una historia real, aumentando aún más el impacto emocional de lo que se cuenta.

Omar y Rana están hablando con una chica por teléfono. El eco de la zona de voz de Hind
Hind Rajab Hamada era una niña de cinco años. Estaba en la clase de mariposas en la escuela. Le tenía miedo a la oscuridad y le encantaba ir a la playa en Gaza. De hecho, quería que cesaran las bombas y los disparos para poder volver a jugar en la arena con su familia. Tanto al principio como al final de la película escuchamos el sonido de esas olas del océano que tanto anhelaba.
Cuando esta historia se nos cuenta en forma de relato cinematográfico, con técnicas narrativas audiovisuales y utilizando la propia voz de Hind, nosotros como espectadores podemos establecer una conexión emocional mucho más profunda con ella. Con eso, Hind deja de ser sólo una figura en las estadísticas, una niña más entre las decenas de miles asesinadas en Gaza. Y gracias al alcance de la película, el eco de su voz sigue resonando en todo el mundo.
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