El proyecto de acuerdo de alto el fuego/plan de paz para Ucrania negociado por Donald Trump y Vladimir Putin reproduce las mismas dudas suscitadas en los últimos días por las resoluciones del Consejo de Seguridad sobre el Sáhara Occidental y la Franja de Gaza, que estos dos últimos ratificaron con las abstenciones de China y Rusia.
Tanto el caso de Ucrania como el del Sáhara y Gaza revelan que las decisiones nacen al calor de acuerdos negociados entre bastidores. En el caso del borrador sobre Ucrania, todo indica que los líderes de Rusia y Estados Unidos comparten asuntos y esferas de influencia fuera de los principios estructurales del derecho internacional moderno.
El presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, como Trump se encargó de recordarlo durante su infame encarcelamiento en la Casa Blanca, no tiene buenas cartas en este juego. Con la supresión de la ayuda norteamericana a Ucrania (financiera, armada y de inteligencia), la posible continuidad del apoyo de algunos estados de la UE sigue sin estar garantizada.
Los 28 puntos representan un acuerdo potencial lleno de sombras para el futuro de la Ucrania posconflicto. Escrito por los dos principales beneficiarios (Rusia y Estados Unidos), omite a la Unión Europea, la absurda Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y el sistema de las Naciones Unidas.
El hecho de ignorar a la Unión Europea es una violación flagrante, considerando que Ucrania es un país candidato a ingresar en la organización internacional regional.
Rendición incondicional
El contenido de la propuesta promueve la rendición incondicional del Estado atacado desde la anexión ilegal de Crimea en 2014. La publicación del texto estuvo acompañada de un ultimátum sin precedentes por parte de Trump, que exige una respuesta final en el plazo de una semana. A continuación detallaremos algunas de las cuestiones recogidas en diferentes puntos.
1. En primer lugar, cabe señalar que se presenta como un acuerdo jurídicamente vinculante cuando viola abiertamente algunos principios estructurales de la Carta de las Naciones Unidas, que constituyen las normas básicas del derecho internacional moderno.
Al imponer la incorporación constitucional de la prohibición de una posible adhesión a la OTAN, se viola el principio de no injerencia en los asuntos internos de Ucrania. Esta imposición se extiende a la propia Organización de Defensa del Atlántico, que deberá incluir esta disposición en su estatuto.
2. Obliga a anunciar elecciones en Ucrania en un plazo máximo de cien días desde la aceptación del acuerdo. Está claro que Trump y Putin quieren a Zelensky fuera de la ecuación. También propone una reducción unilateral de las capacidades militares del Estado ucraniano, con una reducción significativa del gasto actual y de los niveles de contingencia.
3. La integridad territorial de Ucrania se fragmenta, consolidándose el control sobre los cuatro distritos ocupados -aunque no bajo control militar- y Crimea. Esto respalda los objetivos de guerra de agresión de Putin.
4. Las obligaciones contenidas en los puntos segundo y tercero, que establecen un pacto de no agresión entre Rusia, Ucrania y Europa, son grotescas. El texto afirma textualmente que este acuerdo "resolvió las ambigüedades de los últimos treinta años". El tenor de estos puntos sitúa al mismo nivel dos obligaciones muy diferentes. Por un lado, Rusia no ataca a otros vecinos. Por otro lado, impone la no ampliación de la OTAN. Putin ha demostrado el valor de su palabra a través de su desprecio sistemático por las normas internacionales.
5. Desde la Segunda Guerra Mundial, se ha construido toda una arquitectura regulatoria y judicial para juzgar la responsabilidad internacional de Estados e individuos por cometer crímenes internacionales (genocidio, crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y crímenes de agresión).
Todo este esfuerzo de la comunidad internacional y del ordenamiento jurídico internacional desaparece en el punto 26 del proyecto de acuerdo, que incluye una amnistía total. "Todas las partes involucradas en el conflicto recibirán una amnistía total por sus acciones durante la guerra y se comprometerán a no realizar reclamaciones ni investigar quejas en el futuro".
Bajo este supuesto, la demanda ucraniana ante la Corte Internacional de Justicia en relación con la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948 o la orden de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional contra Putin y Maria Lvova-Belova por la desaparición de niños ucranianos desde el comienzo de la agresión rusa siguen siendo letra muerta. Así como numerosos crímenes de guerra de los que hemos sido testigos y que han sido documentados.
La Unión Europea, cómplice por inacción
Toda una serie de concesiones ucranianas se derivan de este lamentable (e impuesto) proyecto de acuerdo de paz, que puede contar con el apoyo de la UE debido a su inacción.
Entre ellas se incluyen la desnuclearización permanente de Ucrania, en una reedición del Memorando de Budapest de 1994, y el reparto de energía en la producción de la central nuclear de Zaporizhia. También favorecen los acuerdos de cooperación bilateral entre Rusia y Estados Unidos, el "blanqueo de Putin" y el regreso de Rusia a la escena internacional mediante el levantamiento de las sanciones.
En resumen, condenan a Ucrania, que se está convirtiendo en objeto de saqueo económico para Trump. Un robo que se esperaba hace unos meses, cuando se firmó el contrato de explotación de "tierras raras".
Incógnitas inexplicables para Ucrania
¿Qué obtiene Ucrania con este acuerdo? Cese de hostilidades en condiciones extremadamente desfavorables. ¿Hasta cuando? Hasta que Putin reactive sus ambiciones neoimperiales. No existe ninguna garantía de seguridad explícita para Kyiv. ¿Quién supervisará el alto el fuego además de la OTAN? Está claro que este papel final se está transfiriendo a la UE, que incluirá un nuevo Estado miembro con su soberanía territorial fragmentada, su economía destrozada y su persistente inseguridad, con tropas rusas estacionadas en sus zonas orientales.
La comisión de gravísimos crímenes internacionales por parte de Rusia en Ucrania y su responsabilidad internacional deberían derivar en una serie de obligaciones encaminadas a reparar los daños causados. El punto 14 afirma que tanto Rusia como la UE destinarían 100 mil millones de dólares para la reconstrucción de Ucrania, equiparando las obligaciones del Estado agresor con las obligaciones atribuidas unilateralmente a la UE. En el caso de Rusia, estos fondos provendrán en parte de sus activos congelados por las sanciones.
Todo ello a favor de Estados Unidos y, en menor medida, Rusia, fruto de un acuerdo de cooperación bilateral entre ambos países.
Si el escenario trazado por los acuerdos antes mencionados sobre el Sahara, la Franja de Gaza y este proyecto de imposición bilateral ruso-estadounidense sobre Ucrania no representa un reparto escandaloso de las esferas de influencia de las grandes potencias dentro del nuevo orden multipolar, es bastante similar.
Como dice el aforismo atribuido al filósofo italiano Giordano Bruno (no es cierto ni está bien fundamentado).
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