Los padres de María se acaban de mudar y ella está matriculada en un nuevo centro. Tiene 12 años y aún no conoce a nadie, pero quiere hacer nuevos amigos. Sin embargo, no le resulta fácil. El grupo de chicas de su clase es muy jerárquico y quienes la dirigen no parecen querer aceptarla.
Comentarios en broma, miradas y gestos desagradables hacen que María no se sienta incluida. No hay ningún ataque directo, pero las burlas y los susurros son frecuentes. Cuando hay que hacer grupos en clase nadie quiere entrar en contacto con ella, y en el recreo, aunque la dejan participar, le cambian las reglas del juego para perjudicarla.
¿Cómo puede su familia determinar si se trata de acoso? No amenazaron abiertamente a María; Tampoco es fácil definir las actitudes de desprecio o exclusión que minan día a día su confianza en sí mismos. La línea divisoria entre una broma inocente y una situación que se mantiene en el tiempo con la intención de aislar o causar sufrimiento es a veces difícil de establecer desde fuera. Por lo tanto, es importante determinar la coherencia y el efecto psicológico en la víctima para poder tomar medidas.
¿Por qué lo llamamos acoso?
El verbo molestar proviene del latín cursus, que originalmente significaba "carrera", y éste de la raíz indoeuropea kers- ("correr"). Aunque todavía conserva su significado original de 'correr detrás de alguien', tal y como lo define la RAE como 'perseguir, sin dar descanso ni descanso, a un animal o a una persona', ahora tiene otras connotaciones negativas adicionales, en el sentido de 'presionar a alguien de manera persistente con molestias o exigencias'.
Al margen del evidente acoso físico, con el uso reiterado de la violencia contra alguien en situación de vulnerabilidad para dañarlo o intimidarlo, la dinámica entre acosadores y víctimas suele basarse en razones de "raza, color, nacionalidad, discapacidad, religión, orientación sexual o cualquier otra circunstancia" y cualquier otro elemento que distinga a Mario en el centro (que la víctima es el centro, de la cual lo es en este caso particular).
Para que exista acoso debe ser intencionado y perpetrado de forma continua por quienes se consideran superiores a la víctima. En otras palabras, cuando denuncian abusos, se centran en supuestos desequilibrios de poder.
Ataques a través de la lengua.
En ocasiones el bullying no es un acto de discriminación contra personas que se perciben como diferentes, sino un tipo de violencia psicológica que los acosadores dirigen contra sus pares.
Son situaciones que no se limitan al uso de la fuerza o la violencia física, sino que el lenguaje ataca, acosa y hace sentir inferior a la víctima, y son mucho más difíciles de detectar que los golpes y magulladuras.
Esto puede llevar a la somatización, donde la víctima anticipa que volverá a suceder y entra en un estado continuo de vigilancia y ansiedad. Por ejemplo, María ya va al colegio nerviosa y preocupada, sin importar si ese día tuvo una convulsión. También a rendirse, cuando sientas que no puedes controlar la situación, deja de defenderte y adopta una actitud pasiva ante el acoso.
Violencia psicológica
El acoso verbal a niños y jóvenes, ya sea oral o escrito, consiste en el desprecio y menosprecio constante de la víctima a través de insultos, burlas, humillaciones, críticas destructivas y comentarios despectivos e insultantes.
Este tipo de acoso verbal también puede dar lugar a la difusión de mentiras, que sirven para difamar a la víctima o a su familia. Además, suelen ir acompañadas de otras conductas no verbales que implican otras formas de violencia de naturaleza física, psicológica (por ejemplo, mediante silencio hostil y privación de afecto) o social (mediante el aislamiento y exclusión de la víctima): las dos últimas serían aplicables al caso de María.
Chantaje emocional
Además de la dureza implementada a través del lenguaje, el acosador suele apelar al miedo para manipular a la víctima y doblegarla a su voluntad. Para ello recurren a un tipo de chantaje emocional conocido como "castigo", basado en amenazas: algunas explícitas, otras más implícitas.
Estos ataques verbales maliciosos suelen repetirse una y otra vez, hasta que la víctima desarrolla un estado de "vulnerabilidad aprendida", que se caracteriza por "pasividad, ansiedad y depresión que se presentan cuando una persona piensa que no puede controlar su entorno, que está a merced de los acontecimientos o que sus acciones no producen los efectos esperados".
Rechazo por parte de la familia y la escuela
La Asociación Española para la Prevención de la Violencia recomienda que las familias creen un clima de confianza que permita a los niños compartir sus problemas e inquietudes. También destaca la importancia de una observación constante "debido a posibles signos que pueden alertarnos de que se está produciendo acoso escolar: descenso del rendimiento escolar, pérdida o robo de material escolar, cambios bruscos de humor, miedo a ir al colegio, insomnio o lesiones físicas".
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Esta lacra social se presenta en ocasiones de forma oculta a los docentes, por lo que puede pasar desapercibida en los centros educativos. Por ello, la prevención desde los primeros niveles de escolaridad es fundamental para promover relaciones simétricas y de respeto mutuo.
Se trata de construir un estilo de comunicación asertivo y empático entre los estudiantes, así como entre ellos y sus docentes, para que los estudiantes se sientan seguros de contarles a sus docentes cualquier situación de violencia que presencien, ya sea verbal o no verbal, directa o más sutil.
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¿Qué hacer cuando se detecta acoso?
Si se identifica un posible caso de acoso escolar en el centro educativo, se deberán seguir de forma estricta e inmediata los protocolos de actuación e intervención adecuados, en estrecha colaboración con las familias, para frenar lo antes posible la violencia dentro y fuera del aula.
Para que exista una educación de calidad hay que oponerse al acoso escolar -y los efectos psicológicos destructivos que produce en las personas que lo padecen- con valores que favorezcan la convivencia y la lucha contra todas las formas de violencia social, incluida la ejercida a través del lenguaje.
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