La necesidad de traducir películas es tan antigua como las conversaciones. Desde principios de la década de 1920, las voces de los personajes vistos en la gran pantalla comenzaron a escucharse, casi como por arte de magia.
Sin embargo, con esta nueva tecnología surgió un nuevo problema: "¿qué decían esos actores y actrices?" La mayoría de las películas fueron habladas en inglés, ya que Hollywood era uno de los mayores exportadores de la época, por lo que, en nuestro caso, para quienes no conocían el idioma, fue necesario "traducirlo" al español.
Hay muchas formas (llamadas modalidades) de traducir una película o serie, pero las dos más famosas son el doblaje y la subtitulación.
Diferencias entre modalidades
Cuando hablamos de doblaje entendemos que cuando vemos un producto audiovisual, podemos escuchar las voces de los personajes en nuestro idioma después de que los actores las hayan traducido y reinterpretado. Por el contrario, con los subtítulos escuchamos las voces originales y lo que dicen se escribe en pantalla, normalmente en el idioma del receptor, aunque puede ser el mismo que se habla.
Muchas veces podemos elegir la modalidad que más nos guste en los cines: a veces preferimos disfrutar de una película en nuestro idioma; en otros queremos escuchar la interpretación original. En casa, la mayoría de plataformas online ofrecen la opción de elegir la versión que queramos.
Sin embargo, llegar a ese punto, de entender una película en un idioma distinto a aquel en el que fue creada, es más difícil de lo que parece.
El traductor audiovisual no sólo tiene que traducir lo que se dice, sino que tiene que tener mucho cuidado con cómo se dice (tono, significado, ironía). Aunque los diálogos son muy importantes, también lo es la imagen, tanto los objetos que se ven en pantalla como los movimientos de los actores u otros elementos. Por ejemplo, si un personaje asiente, no podemos traducir su frase en negativo. Tendremos que reformularlo para expresarlo afirmativamente, dando siempre la misma información que en el original.
¿Por qué a veces no coinciden?
Para complicar aún más las cosas, los elementos que hay que tener en cuenta no siempre coinciden en el doblaje y la subtitulación.
A la hora de traducir para doblaje tenemos que analizar los movimientos de la boca de los actores, independientemente de si aparecen en pantalla o no, e incluso si hay voz en off.
El subtítulo es algo diferente. Hay que tener en cuenta el espacio disponible en pantalla para escribir (¡no podemos llenarlo de letras!) o la velocidad con la que aparecen y desaparecen las palabras, para que haya tiempo de leerlas correctamente. Entre otras cosas, deben evitarse sentencias excesivamente largas.
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En ocasiones hay que adaptar las referencias culturales al lenguaje del público y considerar si hay algo en la imagen de la escena que estamos traduciendo que demande la atención del espectador.
Además, hay que recordar que es imposible leer a la misma velocidad con la que hablamos. Así, en el doblaje se puede dar mucha más información que en los subtítulos ya escritos. ¿Significa esto que perderemos información importante con ellos? Definitivamente no. Aunque los subtítulos deben resumir el contenido, los traductores profesionales saben transcribir frases para que no se pierda nada importante.
Por ejemplo, en inglés, alguien comenta: "Ya vuelvo". El doblaje puede decir "Ya vuelvo", mientras que los subtítulos pueden decir "Ya vuelvo". Todas las versiones dicen lo mismo, pero se adaptan a cada formato.

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preferencias personales
Sabiendo todo esto, ¿cuál es la forma "correcta" de ver una película en un idioma distinto al nuestro? Bueno, no hay una respuesta correcta. Más precisamente, la respuesta es: "Ambos".
Tanto el doblaje como la subtitulación, siempre que sean realizados por traductores profesionales, ofrecen la información y el cuidado necesarios. Además, cada uno de ellos aporta diferentes ventajas. Sincronizar es cómodo, aporta cercanía y naturalidad, porque imita nuestra forma de hablar. La subtitulación nos permite ver las actuaciones reales de los actores y puede mejorar nuestra lectura. ¡Incluso puede motivarnos a practicar el idioma!
La elección de uno u otro no dependerá de cuál es mejor, sino de la voluntad del espectador y la disponibilidad que exista. En algunos casos, incluso puedes elegir ambos. Al fin y al cabo, el mundo audiovisual ofrece cada vez más oportunidades, ¿por qué no aprovecharlas todas?
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