¿Alguna vez has pensado cuál es tu primer recuerdo de la infancia? Probablemente tenga que ver con alguna sensación o emoción intensa o nueva que experimentaste hace unos 3, 4 o 5 años. Es interesante que tengamos tan poco recuerdo de una etapa tan importante de nuestro desarrollo. Por ejemplo, sólo tengo tres recuerdos de mi época en el jardín de infantes: hacer bolas de barro en el patio, cantar en círculo y pedirle pan a la cocinera a través de la ventana enrejada que daba a la cocina (dudo que nos mataran de hambre, pero antes de comer, a algunas personas se les acabó la paciencia).
Mi jardín de infancia era sólo eso, una "guardería", como la llamaban en aquel entonces. Los hijos mayores tenían cinco años. Aunque tengo pocos recuerdos, sé que apenas pasaba tiempo sentado en un escritorio. Dibujamos, nos disfrazamos, escuchamos historias. Principalmente jugábamos.
A mediados de la década de 2000 en España, esta fase educativa se trasladó a las escuelas primarias públicas, con el fin de ofrecer educación infantil universal y gratuita a todos los niños de entre 3 y 6 años. Fue un gran hito legislativo, respondiendo a una demanda social no sólo de conciliación familiar, sino también del derecho a una atención temprana al desarrollo para garantizar oportunidades de éxito académico. Y así los niños y niñas empezaron a ir al colegio desde los 3 años. ¿Cómo se adaptan los espacios a ellos? Básicamente, y en función de las capacidades de cada centro, las aulas se habilitaron con mesitas y colchonetas apilables.
Pero reproducir este mobiliario a escala infantil no es suficiente para adaptar el aula a las necesidades específicas de esta edad. De hecho, los escritorios deberían estar en las esquinas la mayor parte del tiempo. Cuando ocupan el espacio central, tendemos a organizar las actividades diarias para que cada niño se siente en su lugar. Y esto no es una buena idea por varias razones.
Imaginemos la mente de un niño de tres años. Las funciones "ejecutivas" (la capacidad básica de filtrar información del entorno, procesarla y tomar decisiones adecuadas) no están maduras: apenas están comenzando a desarrollarse. Muchos todavía no saben cómo concentrarse durante demasiado tiempo en una determinada tarea y cómo ignorar estímulos irrelevantes. Se distraen con el vuelo de una mosca. En otras palabras: les resulta igual o más interesante ver qué hace la mosca que observar cómo se dibuja una determinada letra. Y es normal que sea así.
Comprender esto tiene implicaciones importantes para ayudarlos a desarrollar sus habilidades cognitivas, comenzando con el desarrollo del lenguaje. Si les pedimos que hagan cosas para las que no están preparados, como estar sentados demasiado tiempo, frustraremos su necesidad de experimentar con el movimiento, sus sentidos y su cuerpo. Limitaremos su desarrollo físico y mental.
Además, la necesidad de movimiento y espacios menos estructurados no es algo exclusivo de la infancia. Los estudiantes de cualquier edad pueden beneficiarse de un diseño más flexible y creativo.
Durante las últimas semanas hemos publicado artículos de expertos explicando cómo utilizar lo que sabemos sobre la psicomotricidad infantil para mejorar el cuidado de los más pequeños, para desarrollar mejor sus habilidades motoras y funciones ejecutivas, lo que determinará su mejor o peor adaptación a su carrera académica y a la vida en general. Incluso para ayudar a tratar algunas dificultades antes de que ocurran, como el déficit de atención y la hiperactividad. Porque ayudar a los más inquietos a liberar su energía es también una forma de ayudarles a aprender a reducir el ritmo.
En estos quince días también publicamos artículos sobre cómo ayudar a los niños con autismo a sentirse mejor en el aula, qué se sabe sobre el impacto de los programas bilingües tanto en el aprendizaje de una segunda lengua como en el aprendizaje de otras materias y habilidades, así como cómo afecta estudiar una diplomatura o máster en otra lengua.
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