En tiempos en los que el Servicio de Inteligencia Artificial (IA) da forma a todos, desde reducciones masivas de presupuestos estatales en la política de migración y la aprobación de la hipoteca, la cuestión de quién controla nuestra infraestructura digital nunca fue más urgente.
Cómo los multimillonarios tecnológicos incorporan su influencia en la política global, los gobiernos de todo el mundo son los riesgos de la adicción. Por lo tanto, los expertos están considerando cada vez más formas de soberanía digital: la capacidad de los estados y las sociedades para gobernar la tecnología se ha armonizado con los valores democráticos, en lugar de los intereses corporativos o extranjeros.
Las grandes potencias están apostando
La soberanía digital evolucionó de un fenómeno vago en analistas, políticos y activistas al eslogul político global en la última década. Su escalada se aceleró en los últimos años, caracterizado por eventos que marcaron un punto de inflexión.
Por un lado, el agente del agente del agente Trump y Biden prohibió la tecnología china en los mercados estadounidenses, por otro lado, la regulación general de los datos (UE) expande las reglas extraterritoriales y la ley de datos cibernética china requiere la ubicación de los datos. Mientras tanto, el Plan de Acción Last y de los Estados Unidos tiene la intención de "ganar la carrera de inteligencia artificial".
Estas acciones de grandes potencias mundiales han liberado debates sobre la autonomía en la comunicación digital, los derechos, la seguridad y la transformación de la sociedad.
Soberanía de la infraestructura crítica
La soberanía digital no implica aislamiento o proteccionismo. Es una solicitud de la agencia en el mundo en la que la infraestructura crítica, por calcular una nube, está dominada por un puñado de titanes tecnológicos chinos: Alibaba, Baida, Huawei y Tencent, Amazon, Apple, Meta, Microsoft, Openi y Palantir.
Europa importa una gran mayoría de sus servicios digitales, al proporcionar una nube predominantemente controlada por parte de los gigantes estadounidenses. En su software de servidores remotos que promueve servicios públicos como hospitales y redes de energía. Esto deja a Europa vulnerable a las órdenes ejecutivas de Washington o Beijing, lo que podría reducir el acceso a la tecnología básica.
Nube, caja negra
Las apuestas geopolíticas son grandes. Los gigantes digitales orquestaron el ecosistema depredador en regiones como América Latina, por ejemplo. Estas compañías no solo concentran datos y ganancias: controlan las enormes redes y extraen el conocimiento de las investigaciones globales durante el establecimiento del programa de IA.
La nube es una caja negra en la que la producción, el intercambio y el consumo converge, la captura de los inicios, las corporaciones e incluso los gobiernos, en una dependencia interminable de la situación.
Este extractivismo se extiende en el planeta en sí. Y centros de datos, como las nuevas fábricas de nuestra economía, vorazes enormes recursos, como la electricidad y el agua. Esta reconstrucción a nivel planetario está en manos de los actores, a menudo más allá del control estatal, que exacerba las crisis ambientales y las tensiones geopolíticas. Desde sabotaje hasta cables submarinos y satélites que afectan los warfields, las herramientas digitales son armas de prohibición de doble.
Según la alternativa
El concepto de soberanía digital cubre condiciones variadas, como la soberanía en Internet, la autoconfianza tecnológica, la autonomía estratégica o la soberanía de los datos, que llamó a diferentes actores más allá de las grandes potencias. Esto incluye economías emergentes, organizaciones privadas y grupos indígenas.
Aunque criticado como proteccionismo o nacionalismo disfrazado, en realidad, requiere una esfera digital ordenada y regulada, que se ocupa de los derechos individuales, la seguridad colectiva, la aplicabilidad y la competencia. Enfatiza la soberanía democrática y permite a los ciudadanos moldear las transformaciones digitales de manera autocromitante. También es cierto que, como cualquier otra invocación del concepto de soberanía, existen regímenes autoritarios que oscurecen la manipulación y el acceso de políticas limitado a la información digital como ejercicios legítimos de soberanía digital.
Invierte en tecnología, pero con tu cabeza
Las ganancias de los gigantes digitales, a menudo no provienen de verdaderas innovaciones, sino de la extracción de valor habilitadas las inversiones públicas en tecnología básica, como Internet.
Pide la política de distribución antes, en base al diseño de tecnología con capital desde el principio, en lugar de regular la disfunción más adelante. Proponen una digitectura pública, democrática, internacional, centradas en los humanos y el respeto por el medio ambiente. También debe incluir los modelos de código abierto IA y aumentar su uso en sectores, como la salud pública.
Luchar por la democracia
Estas tensiones son un desafío central subrayado, en un momento en que la tecnología digital proporciona a los servicios públicos monopolios industriales. La aparición de tecnologías digitales es básicamente poder transformado en la geopolítica, lo que permite a ciertos países expandir su influencia en instrumentos más allá de los instrumentos comunes. Resolver la situación implica que la soberanía es como un proceso de fortalecimiento de la auto-dilapidada y la cooperación entre diferentes países.
Pero no es solo una pelea en Europa. Las perspectivas de las comunidades en el Sur Global, aunque no hacen un grupo homogéneo o una voz única única en las adoptas mundiales, desde ecosistemas de confianza en sí mismo hasta revitalización cultural a través de herramientas digitales, desafiando las visiones centradas en Occidente.
La soberanía digital requiere acción: inversión en infraestructura pública e interoperabilidad: capital para compartir información entre diferentes sistemas informáticos. Los creadores de los valores no deben ser solo corporaciones privadas. Prioridad de las personas y los planetas de ingresos, podemos pertenecer un futuro digital más participativo e inclusivo. Si fallamos, no solo un tallo económicamente miserable, sino también la erosión de la democracia misma.
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