¿Te imaginas necesitar el permiso por escrito de tu marido o de tu padre para abrir una cuenta bancaria? ¿El matrimonio significa renunciar al trabajo para encargarse de las tareas del hogar? ¿Que no puedes salir sin maquillarte, peinarte y arreglarte? No, la vida no era mejor con Frank.
Estas cosas sucedieron en el mejor de los casos, si eras de "buena familia". Si eras una mujer de una clase social más baja, tu vida y tus oportunidades profesionales eran aún más limitadas.
El régimen odiaba el trabajo fuera del hogar y lo restringía legalmente, pero la necesidad económica obligó a muchas mujeres a buscar cualquier ingreso para sobrevivir. La mayoría de las mujeres pobres trabajaron desde muy jóvenes en trabajos duros y mal remunerados, a menudo en la economía sumergida o como empleadas domésticas, limpiadoras, costureras, vendedoras en el mercado o como ayudantes en el campo y la industria, siempre con salarios más bajos que los hombres.
Durante el régimen de Franco, las mujeres españolas perdieron los derechos y libertades básicos que comenzaron a disfrutar durante la Segunda República y fueron relegadas a un papel subordinado bajo una fuerte protección legal y social.
Hoy, décadas después, estos derechos han sido restaurados y ampliados, y recordar este pasado es fundamental, especialmente para las nuevas generaciones, ante discursos que idealizan ese régimen o sugieren una regresión en términos de igualdad.
Derechos en la Segunda República
La Segunda República fue una época de grandes avances para la mujer en España. Se aprobaron leyes que les permiten el acceso a cargos públicos, el divorcio, la patria potestad conjunta y la no discriminación por estado civil en la contratación o despido.
La Constitución de 1931 estableció por primera vez la no discriminación legal por razón de sexo, el derecho al voto de las mujeres, la igualdad ante la ley, el derecho a trabajar en igualdad de condiciones con los hombres y la igualdad de derechos en el matrimonio.
Se aprobó la Ley de Divorcio de 1932, que permitía la disolución del matrimonio por consentimiento mutuo o por causa justa y reconocía la igualdad de derechos para ambos cónyuges.
En las décadas de 1920 y 1930, surgió la figura de la mujer moderna, principalmente entre las clases burguesas o altas, que desafiaron los roles femeninos tradicionales en el matrimonio buscando autonomía, educación y participación cultural.
Estas mujeres fueron accediendo paulatinamente a espacios antes masculinos como las universidades, las reuniones sociales, las exposiciones de arte y los deportes. La moda y los nuevos hábitos (fumar, trabajar, viajar solo) se convierten en símbolos de su independencia.
Hubo episodios simbólicos de rebelión, como "Las Sinsombrero", en los que las mujeres rompieron abiertamente con las convenciones sociales y estéticas, buscando visibilidad y una identidad artística y profesional autónoma.
Este grupo incluye, por ejemplo, a los pintores Maruya Malo y Margarita Manso, entre otros. Rosa Cesel y María Zambrano destacaron en la literatura, la filosofía y el pensamiento, conectando las corrientes de la vanguardia europea con la realidad intelectual española.
También de esa época son Clara Campoamor, abogada, diputada y principal impulsora del sufragio femenino en España; Victoria Kent, abogada y diputada, que fue la primera mujer del mundo en ejercer la abogacía ante un consejo de guerra y la primera directora general de prisiones de España; Federica Montseni, escritora, activista anarquista y primera ministra en España; María Teresa León, escritora, intelectual y activista republicana, conocida por su trabajo en la Alianza de Intelectuales Antifascistas; o Margarita Salas, una de las grandes pioneras de la ciencia española.
Fracasos y represión durante el franquismo
Bajo Franco, a partir de 1939, todos estos avances fueron sistemáticamente reprimidos. El régimen reducía a las mujeres a la condición de menores bajo supervisión: para cualquier acción relevante, como trabajar, disponer de bienes, viajar al extranjero o incluso ejercer la patria potestad sobre los propios hijos o hijas, se requería la llamada licencia de matrimonio (la autorización del marido o del padre). Los intelectuales y artistas de la República fueron borrados por la historiografía dominante y discriminados en el ámbito profesional.
La educación y los medios de comunicación han reforzado la idea de que el único papel de la mujer es el de madre y esposa devota.
La "Sección Femenina" -la rama femenina de las JONS de Falange Española, fundada en 1934 y dirigida por Pilar Primo de Rivera- impuso una estricta reeducación basada en la sumisión y el servicio al hogar. Su hermano José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange, definió el papel de la mujer de la siguiente manera:
"Tampoco somos feministas. No entendemos que la forma de respetar a las mujeres es sacarlas de su gloriosa suerte y dedicarse a las funciones de los hombres. Siempre me entristece ver a las mujeres en los ejercicios de los hombres, todas ocupadas e inquietas en la rivalidad que tienen - en medio de la morbosa complacencia de los competidores masculinos, no se debe considerar que el feminismo no consiste en perder todo lo que quiere, porque las mujeres deben perder funciones superiores. hoy, sino en "rodear las funciones de las mujeres de un creciente dignidad humana y social".
Represión y violencia sexual
Durante el franquismo, la represión de las mujeres rebeldes implicó mecanismos particularmente crueles, documentados en estudios e investigaciones académicas, como Rojas: Republican Women in the Spanish Civil War, de Mary Nash, y The Spanish Holocaust: Hatred and Extermination in the Civil War and After, de Paul Preston, entre otros.
Estos estudios muestran cómo se utilizó la violencia sexual, tanto durante la guerra civil como en la posguerra, para castigar e intimidar a mujeres asociadas al Partido Republicano o consideradas peligrosas para el régimen.
Se describen casos de violación individual y grupal, a menudo seguidos de asesinato, humillación pública o castigos adicionales. Muchas mujeres encarceladas sufrieron constantes abusos sexuales en las cárceles, cuarteles o durante los traslados.
El robo de bebés fue una medida institucionalizada: miles de ellos fueron separados de sus madres republicanas y entregados a familias que simpatizaban con el régimen o instituciones controladas por la Iglesia católica.
Un decreto de 1940 permitía privar a las madres de la patria potestad sobre sus hijos debido a "malos antecedentes", provocando pérdidas y desapariciones masivas, documentadas por historiadores y organizaciones de memoria histórica.
Durante el franquismo, las condiciones de vida eran muy difíciles en los cuarteles o cuarteles de trabajadores: las mujeres debían buscar agua, hacer largas colas para conseguir comida, cuidar de numerosos hijos -porque en muchos casos no tenían acceso a la planificación familiar- y superar enfermedades, sin acceso alguno a centros médicos, todo ello siempre bajo control social y sin una protección social efectiva.
El trabajo por cuenta propia difícilmente implicaba autonomía personal: los salarios ayudaban a la economía familiar, pero prácticamente ninguna mujer modesta podía permitirse el lujo de soñar con una independencia real o con romper el ciclo de pobreza y subyugación.
Retorno de derechos y nueva ciudadanía
Aunque el régimen de Franco no fue un período uniforme y, hacia el final, hubo avances, la recuperación de derechos sólo comenzó tras la muerte de Franco y la Constitución de 1978.
Desde entonces, la igualdad jurídica entre hombres y mujeres ha sido reconocida constitucionalmente y se han eliminado las leyes discriminatorias. Se restableció el divorcio, la igualdad de acceso al empleo y la educación, y se aprobaron leyes para promover la igualdad salarial, la licencia de maternidad y paternidad y la protección contra la violencia sexista.
Hoy, aunque la igualdad plena sigue siendo un desafío, España tiene leyes de igualdad, cuotas de representación y derechos reproductivos (como el aborto regulado y la anticoncepción) y es un referente europeo en política de género.
Es fundamental recordar que votar por partidos de extrema derecha que minimizan, cuestionan o atacan el progreso feminista -incluso si también están representados por mujeres- puede amenazar derechos que han tardado décadas y que luchan por recuperarse.
Bajo Franco las mujeres no vivían mejor, no, estaban sometidas, sin derechos civiles, políticos ni laborales. Sólo la democracia y el feminismo han hecho avanzar la igualdad: una sociedad justa no puede permitirse el lujo de olvidar su pasado.
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