¿Es más competente una persona que ha realizado estudios de posgrado que alguien que sólo tiene un título universitario? Parece lógico que sí: cuantos más años estudiemos, mejores serán nuestras habilidades reales en el ámbito profesional. Pero un nivel similar de educación no equivale a un nivel similar de habilidades. Especialmente entre países.
El programa PISA, que evalúa las habilidades de los estudiantes en matemáticas, ciencias y lectura, nos ofrece datos para un análisis más preciso de la relación entre educación, capital humano y desempeño económico de países e individuos.
Los resultados que ofrece esta evaluación internacional muestran la importancia de las habilidades reales (en términos de su capacidad para desenvolverse en la vida cotidiana y en las actividades laborales) frente a la mera acumulación de años de docencia. Y mientras PISA nos habla de los jóvenes de 15 años, el reciente informe de la OCDE sobre el nivel de habilidades de la población adulta traslada el mismo enfoque a la población en edad de trabajar.
Aplicar lo que hemos aprendido
Este último estudio proporciona información sobre el nivel de habilidades básicas (matemáticas, comprensión lectora y resolución adaptativa de problemas) de la población entre 16 y 65 años. Esto nos permite comparar España con otros países de la OCDE (todos países desarrollados) y tener en cuenta aspectos como la edad del individuo, el nivel de educación completado y la situación entre diferentes generaciones, como hicimos en nuestro último estudio.
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Incluso podemos distinguir qué parte de las diferencias de habilidades entre grupos o países se debe a que algunas personas han estudiado más años o alcanzado un mayor nivel educativo, y qué parte se debe a que, incluso con el mismo nivel educativo, algunos grupos o países desarrollan más o menos habilidades que otros.
Las competencias de una persona están influenciadas por diversos factores relacionados con características personales, familiares o la propia actividad laboral, pero el papel del sistema educativo y su mejor o peor funcionamiento es, sin duda, fundamental. Es por ello que el informe tiene en cuenta tanto el efecto de acumular más o menos años de estudio y completar o no niveles educativos avanzados, como los aspectos más cualitativos de las competencias que se alcanzan en los sucesivos niveles educativos.
¿Por qué está empeorando el nivel en España?
Una comparación con la media de los países de la OCDE muestra una brecha desfavorable para España. El nivel de habilidades es más bajo para todos los grupos de edad en las tres habilidades básicas examinadas.
Además, esta distancia aumenta generación tras generación. Para la cohorte de 25 a 34 años (los más jóvenes con edad suficiente para haber completado su educación), la brecha se triplica en comparación con la cohorte de 55 a 65 años. Es decir, los jóvenes españoles están tres veces más lejos del nivel de competencias típico de los jóvenes de los países desarrollados que las personas de 55 a 65 años, respecto a la media de ese grupo de edad.
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Es interesante observar que, si bien el nivel de educación afecta los resultados de manera predecible (es decir, la brecha es menor respecto a los países vecinos porque las personas tienen un mayor nivel de educación), en el caso de las habilidades adquiridas en cada nivel educativo la distancia aumenta: con el mismo nivel de educación, las habilidades de las sucesivas generaciones están cada vez más desarrolladas que las de sus contemporáneos en los países.
El resultado más sorprendente es que, a nivel global, los españoles nacidos en la década de 1960 y próximos a jubilarse (la cohorte de 55 a 65 años) muestran más habilidades para el mismo número de títulos completados que sus pares de la OCDE. Sin embargo, para cohortes posteriores esa ventaja desaparece y se convierte en una brecha negativa creciente.
Más habilidades que sus mayores, pero menos que sus contemporáneos europeos
En definitiva, ¿tienen los jóvenes españoles capacidades más básicas que sus mayores? Sí, pero este avance se ha dado en todos los países y, de hecho, España es uno de los cinco países desarrollados donde es más débil. Como resultado, los jóvenes españoles están más alejados de sus contemporáneos de la OCDE que los nacidos en los años 60, una generación que se formó íntegramente según el modelo EGB.
Es decir, mientras otros países de la OCDE han conseguido que sus jóvenes con el mismo nivel educativo alcancen competencias más básicas, en España este avance es menor, ya que, incluso con los mismos estudios terminados, los españoles tienden a mostrar un nivel medio de competencias inferior al de sus homólogos de otros países.
Frenesí legislativo
Este es un resultado decepcionante en el contexto de los esfuerzos realizados en educación durante las últimas décadas. La lista de reformas en este ámbito desde los años 80 es una auténtica sopa de letras de leyes orgánicas: LOU, LODE, LOGSE, LOPEG, LOCE, LOE, LOMCE, LOMLOE, LOSU... Esto convierte a España en un caso un tanto atípico de locura legislativa caracterizada por un consenso, a veces una falta sistémica, de normas sobre conmoción cerebral. veces efímeras o incluso no realmente aplicadas.
La enseñanza requiere políticas coherentes y sostenidas en el tiempo, ya que se caracteriza por períodos de maduración muy largos. Hay que pensar que, hoy en día, un típico graduado universitario puede acumular fácilmente 20 años de estudio en diversos niveles educativos.
Esta falta de una política educativa consensuada, coherente y sostenida puede haber contribuido a que los avances de España en materia de competencias no puedan calificarse de adecuados en comparación con lo que es común en otros países desarrollados.
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