En los últimos años, asistimos al regreso del lenguaje de guerra al discurso político y de los medios de comunicación europeos. Palabras como "Defensa", "Guerra", "El enemigo" o "frontera" comenzaron fuertemente a la humedad, las intervenciones institucionales y las campañas públicas. Pero fuera del conflicto armado, lo que revela este lenguaje, al mismo tiempo, produce, un cambio más profundo: la instalación de un régimen emocional basado en el miedo como un eje organizado de nuestras vidas.
Este fenómeno no es nuevo, pero ha ganado una nueva dimensión en la era de la hiperconectividad, la ansiedad más popular y climática. No solo vivimos rodeados de peligros, sino que se sumergen en una narrativa permanentemente amenazante. Esta historia condiciona al mundo y también cómo nos sentimos.
Tensiones geopolíticas
La sensación de miedo que flota en el aire, aunque inexacta, encuentra sus fuentes en varias tensiones geopolíticas que actualmente reconfiguran el espacio simbólico y estratégico de la Unión Europea.
Rusia continúa expandiendo la máquina de guerra: en 2024 años de gastos de defensa representaron el 9% del PIB ruso, y hasta 2025. Proporciona que su presupuesto militar excede un total de los estados miembros totales de la UE. Su programación nuclear en Bielorrusia y la clara intención de reconfigurar una cuenta fría de posguerra contribuyen al clima de inseguridad.
Esta reorganización geopolítica empuja a Europa hacia la defensa autónoma y multipolar: Francia, Alemania y el Reino Unido ahora asumen artículos más activos, incluida una garantía nuclear, mientras buscan una gestión común entre países.
De esta manera, Ursula von der lee un plan ambicioso, llamado preparación de reorganización en Europa o 2030, con una inversión global de hasta 800 mil millones de euros en cuatro años. Este programa planea fortalecer la industria de la defensa, crear préstamos especiales de armas y suspender temporalmente las limitaciones fiscales para permitir un aumento en el gasto militar.
Nuevas formas de comunicarse
En todas sus formas, comunicación, ya sea periodismo, publicidad, campañas institucionales o redes sociales no se limita a la información. Actúa como una arquitectura simbólica que modela la realidad emocional de la ciudadanía. Esto no es accidental que muchas decisiones diarias, para consumir, elegir, confiar, hoy se cruce por la percepción constante de la inseguridad. Incluso imaginar el futuro se convirtió en un ejercicio de retención, no en una proyección.
Es interesante que este miedo no siempre se reaccione en peligros específicos o inminentes. A menudo es difuso, generalizado, simbólico. La amenaza puede ser segunda, extranjera, nueva, desconocida.
Por lo tanto, el miedo se convierte en un recurso suave para el control: esto no fuerza, sino condiciones; No impone, pero sugiere; No suprime, sino que desalienta.
Consecuencias del consumo de población
Una de las áreas en las que despejó el consumo. Las marcas han entendido durante mucho tiempo que las emociones son más convincentes que los argumentos racionales. En el clima de inseguridad, venden promesas de protección: casas más seguras, alimentos sin riesgo, servicios que proporcionan cualquier rendimiento.
El marketing emocional ya no es solo un atractivo sobre el deseo, sino el alivio, la serenidad, el control. Compramos, en muchos casos, no por placer, sino continuando.
Algo similar aparece en la esfera política. Las campañas se centraron en la proliferación de orden y seguridad y generalmente encuentran tierras fértiles en la ciudadanía a la muerte de la incertidumbre. No es accidental que estén hablando que prometen protección contra el caos tan exitosa. En estas historias, interpretar la teoría de la seguridad (teoría de valores), el miedo no es un problema para la resolución, sino una herramienta de cohesión. Se utiliza para legitimar las políticas de monitoreo, justificar los límites o proponer endurecimiento institucional. Consiste en la aplicación de estrategias psicopolíticas para el control de los ciudadanos y proporcionar un sentimiento de seguridad y respuesta adecuadas a los conflictos.
Papel de los medios
La lógica de la espectacularización, las competencias para la atención y la búsqueda del impacto emocional conducen a noticias que privilegian a los privilegios de dramáticos, urgentes, catastróficos. Esto no significa que mientas, pero los hechos y el marco se seleccionan para que fortalezcan la sensación de amenaza constante.
La atmósfera informativa se creó donde lo extraordinario se vuelve diario e inseguro norma. Esto está marcado con estudios como George Gerbner, cuyas teorías de los reality show de cultivo muestran cómo el consumo de medios modifica la percepción del riesgo.
No se trata de que se le niegue vivir un momento complejo. Los conflictos internacionales, la crisis climática y las tensiones sociales son reales. El punto es cómo se representan y qué efectos son estas oficinas representativas en nuestra forma de resolver el mundo. Porque si solo el miedo se queja, si solo se alienta una respuesta defensiva, el riesgo de empoblar el repertorio emocional colectivo. Vivir con un deseo incapsulado, empatía limitada e imaginación bloqueada.
Él pide pensar en alternativas narrativas. La comunicación tiene un gran rendimiento: puede reforzar el miedo, pero también puede expandir los horizontes. Puede diseñar atmósferas de retiro, pero también inspirar conexiones, cuidado mutuo, esperanza crítica. No se trata de caer en hablas ingenuas o motivadoras, sino también de generar historias complejas, que contextualizan, quienes activan el pensamiento y regresan al ciudadano un poco de luz.
Propone a la UNESCO a través del enfoque de ciertos recubrimientos de esperanza. Esta estrategia hace que la comunicación con una herramienta que le permita permitir que el espacio imagine un futuro posible.
Libertad emocional
Al final, debemos preguntarnos si nos informamos a preocuparnos o domesticarse. Si una queja permanente sobre la amenaza, aunque inadvertida se transfiere, no desactiva nuestra capacidad de vivir con libertad emocional. Dado que la sociedad dominaba el miedo también una sociedad menos democrática, menos creativa y menos vibrante.
No se trata de eliminar el miedo, que es una emoción legítima, sino para evitar que se convierta en el único filtro que observamos la realidad. Recuperar la posibilidad de imaginar otra realidad, otras formas de conectar, otras formas de resolver el mundo hoy es una tarea hoy como políticamente. En este contexto, la comunicación no es una herramienta neutral, sino un campo clave de disputa para influir y crear ciertas percepciones del público.
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