A más de 3.000 metros sobre el nivel del mar, en la cordillera de Fergana en Kirguistán, las tallas del valle de Saimaluu Tash cuentan la historia de una población que se niega a perder las tradiciones de sus antepasados. No lo hacen con palabras, sino con imágenes: mapas del estado y migración de los ungulados, así como escenas de caza ilustran las piedras de este valle glaciar.
Se trata de los petroglifos de Saimaluu Tash (piedra estampada en kirguís), uno de los grupos de arte rupestre más grandes y mejor conservados del mundo, con decenas de miles de grabados desde la Edad del Bronce hasta el período turco.
Estos petroglifos no son sólo arte: son los restos de la memoria de una cultura nómada al borde de la extinción. Reflejan escenas de caza, mapas y lugares aptos para la caza y el pastoreo, combinando influencias locales e indoeuropeas. Las representaciones más comunes son principalmente cabras montesas y ciervos. También aparecen lobos, zorros, jabalíes, figuras antropomorfas, escenas de caza y agricultura, y animales domesticados como caballos, camellos, vacas, yaks y perros.

Vista general del río de piedras con tallas en el valle de Saimaluu Tash. DMFL
Además, allí se pueden ver huellas en zigzag que indican las rutas de tránsito para la caza. Estos grabados parecen tener una localización comunicativa. Por tanto, estas piedras ofrecen un registro notable de la evolución de la caza y sus herramientas. Son testigos de una época en la que los pastores y agricultores de las montañas dejaban su visión tallada en piedra a cualquiera que supiera leerla, proporcionando un testimonio notable de la tradición nómada de Asia Central.
Misión de protección científica
En este paisaje de glaciares, morrenas y praderas de gran altitud, el equipo multidisciplinar internacional que dirijo está desarrollando un estudio pionero: analizar las piedras que sustentan estos grabados. Los geólogos Ramon Jiménez y Javier Luengo, del Instituto Nacional de Geología y Minería de España (IGME-CSIC), analizan su petrografía y porosidad. Con los resultados se podrán explicar las características petrofísicas que permitieron el grabado del arte en piedra y su conservación.
Analizando el color y la rugosidad de los propios grabados se puede obtener información sobre las técnicas utilizadas y su antigüedad relativa. Además, aplicando técnicas de termoluminiscencia sobre los restos de vasijas cerámicas encontradas en la excavación arqueológica a 1,70 metros y espectroscopia de masas sobre el carbón encontrado junto a estas vasijas, se podrá conocer la edad de los petroglifos.
El geomorfólogo Julio García-Oteiza Siria estudiará la formación de morrenas y las datará para reconstruir la evolución glaciar del valle y relacionarla con los periodos de ocupación nómada en los que se realizaron los grabados. Esto nos permitirá determinar no solo cómo se acumularon las piedras, sino también cómo influyó el relieve en cuáles fueron seleccionadas para el grabado, ya que en el cúmulo de piedras a lo largo del valle se puede observar una gran concentración de petroglifos, pero también hay miles de bloques dispersos con grabados en piedra.
Estas piedras, acumuladas por procesos glaciales durante miles de años, presentan una pátina oscura y brillante. Al raspar esta pátina, el color marrón reaparece, creando un contraste cromático que permitió la creación y preservación del arte rupestre. Los biólogos Sergio Pérez-Ortega, científico titular del Real Jardín Botánico (CSIC), y Asunción de los Ríos, investigadora científica del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), especialistas en la diversidad de líquenes y microorganismos asociados a sustratos líticos, analizarán la composición biológica y el desarrollo de estas pátinas mediante procesos moleculares mejor comprendidos con los métodos del petróleo. visible.

Grabado en piedra de cabras montesas en las rocas del río Saimaluu Tash. DMFL
El proyecto cuenta con un pilar fundamental: la arqueóloga Aidai Sulaimanova, que actúa como enlace entre el IGME-CSIC y las instituciones kirguisas, aportando además el marco histórico y cultural necesario para interpretar los hallazgos. Tu participación garantiza que el trabajo científico esté alineado con las necesidades de preservación y valorización del patrimonio local.
Este conocimiento será fundamental para proponer estrategias de conservación frente a amenazas como las condiciones meteorológicas, el cambio climático o el creciente turismo. En última instancia, la investigación tiene como objetivo sentar las bases científicas para proteger el sitio e incluirlo en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Mirar al pasado para proteger el futuro.
El valle glaciar de Saimaluu Tash es un entorno único: depósitos morrénicos, lagos en forma de corazón, laderas modeladas por la erosión y un microclima que, paradójicamente, ayudó a conservar los grabados. Al investigarlo no sólo queremos conocer la historia geológica de las piedras, sino también entender el contexto que permitió que estos grabados rupestres se conservaran casi intactos durante miles de años. Después de todo, la historia geológica del valle está entrelazada con la historia humana que representan.
Aunque el acceso es difícil, una caminata de seis horas por el sendero y nueve meses del año bajo la nieve protegieron los grabados, se empiezan a ver huellas del cambio climático y vandalismo. La nieve, la altitud y el aislamiento son aliados, pero no para siempre. De hecho, el glaciar que creó este espectacular paisaje está desapareciendo.

Grabado en piedra de un cazador de la piedra del río Saimaluu Tash. DMFL
Hoy en día, las comunidades nómadas de Kirguistán conservan una antigua forma de vida basada en la cría de animales y la vida comunitaria en las montañas. Cada verano, las familias se adentran en la hierba alta y construyen sus yurtas, casas circulares tradicionalmente hechas de fieltro. Allí crían caballos, vacas, yaks y ovejas que pastan en los pastizales.
Quienes viven hoy en los alrededores de Saimaluu Tash mantienen una relación más territorial que ritual con los antiguos grabados en piedra. Aunque siguen utilizando esos mismos pastos y montañas, ya no se instalan en Saimalu Tash en verano, ya que la zona está protegida. Más que una parte activa de sus prácticas tradicionales, su relación actual con los petroglifos es de respeto e identidad: reconocen este lugar como un legado de sus ancestros y un símbolo cultural de la región.
Ahora, más de un siglo después de la primera visita del pintor, etnógrafo y topógrafo Nikolai Gavrilovich Khludov en 1902, la ciencia española, en cooperación con expertos kirguises, vuelve a escuchar el mensaje grabado en las piedras de Saymalu Tash hace miles de años. El desafío es doble: descifrarlos y, sobre todo, garantizar que sigan hablando durante muchos milenios.
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