En muchos patios escolares, el fútbol no es solo un juego; Es un fenómeno social que define las relaciones, la exclusión y, sobre todo, la masculinidad, porque en su mayoría son niños, no niñas que pagan este deporte.
En algunos países europeos (por ejemplo, Alemania y Escocia), el fútbol se ha destacado en el momento de la recreación, aunque los espacios escolares generalmente se organizan de tal manera que ofrecen diferentes alternativas de ocio.
En España y en otros países hispanos (recolectamos experiencias, Colombia y Costa Rica), es prácticamente exclusivo, ocupa espacios centrales y deja un poco de espacio para formas alternativas de juegos y deportes, especialmente en escuelas que tienen recursos económicos más limitados para el ocio.
A primera vista, nada para el objeto: es un deporte de equipo que permite que los niños de la escuela disfruten del aire libre, el ejercicio y los lazos. Pero, ¿qué significa esto que el niño solo tiene esta alternativa para construir su identidad? ¿Cómo afecta sus relaciones y expectativas sociales para definir, en el patio, cuando un niño que juega al fútbol o el que no lo hace? ¿Cómo marcas tu vida en otros aspectos del juego?
Analizamos más de ocho cursos académicos si el fútbol en los patios escolares refleja o mejora la dinámica del poder, la inclusión y la exclusión. Y logramos verificar, fuera de la pelota, este deporte actúa como un escenario en el que negocian y afirman los roles de género y donde no juegan, no juegan muchas veces.
Mientras el fútbol monopoliza el mosaico
Uno de los aspectos más valiosos de nuestra investigación es su carácter longitudinal: seguimos a varios niños de 3 a 10 años, observando cómo se desarrollaron sus experiencias con el fútbol con el tiempo. Este monitoreo nos ha permitido identificar diferentes tipos de caminos en su deporte y, sobre todo, ya que el fútbol en el incendiario contribuye a la construcción de la masculinidad.
Desde una edad temprana, los niños comienzan a internalizar que el fútbol no es solo un juego, sino también un espacio de certificado social. Al comienzo de la educación infantil (3-5 años), representa otra actividad en una amplia gama de partidos: niños que corren, construyen, imitan, investigan.
Sin embargo, al ingresar a la educación primaria (6 años), el fútbol comienza a monopolizar la sangría, y aparece la presión silenciosa: jugar se convierte en una condición casi obligatoria para ser parte del grupo masculino.
Estrategias anti-fútbol infantiles
Vimos las diferentes formas en que los niños estaban lidiando con esta imposición. Algunos, como Daniel, en el fútbol, encontraron una pasión que les da una identidad, pero también una fuente de tensiones: necesidad de énfasis, miedo a la burla si el pasaje falla, constantemente competencia.
Otros, como Juan, lo usan como una herramienta para la integración: puede que no sean tan apasionados, pero entienden que jugar les permite ser amigos y sentirse parte del grupo.
Nuestro último caso es Paul. Es un niño social y alegre que el fútbol no está interesado. A veces siente que la pelota no solo ocupa el espacio físico del tablero pavimentado, sino también la atención y la dinámica del grupo. Prefiere otras formas de juego, pero ve a sus amigos eventualmente agregar fútbol para no quedarse y no irse, y temer que, con el tiempo, pueda estar solo.
Más que un desinterés, su rechazo también es una forma de resistencia: no se siente cómodo con la agresividad y la presión sobre el juego en el incobun. Su historia refleja cómo, en un entorno en el que domina el fútbol, aquellos que no juegan pueden transferirse al fondo.
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Escuela de masculinidad
La recreación es mucho más que un tiempo de vacaciones: es un escenario en el que se realizan y reforzan los códigos de lo que están "siendo un niño". Y en la mayoría de las escuelas, el fútbol es una actividad que organiza el aprendizaje. Para muchos, practicar este deporte es equivalente al estado y otros los reconocen. Los niños aprenden que la masculinidad está asociada con la competitividad, la resistencia física y la necesidad de imponer un rival. Aquellos que no encajan en esta dinámica corren el riesgo de ser marcados como "débiles" o "pequeños hombres".
Pero lo más importante no es solo lo que sucede dentro del campo, sino también lo que sucede. El fútbol en la abolladura está actuando como un mecanismo para involucrar y excluir: hay quienes tienen derecho a jugar y que no; Quienes son los líderes que son alternativos; Eso envía y que debe estar resuelto para ver. Es un espacio jerárquico masculino, donde las reglas no solo determinan el marcador, sino también una posición social en el grupo.
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Juego jerárquico y exclusivo
En nuestras observaciones, descubrimos varias razones por las cuales el fútbol era el héroe principal de un hijo del tiempo libre masculino. Por un lado, muchos estudiantes suponen que es un "juego natural" de un niño, dejando a las niñas y a los niños, debido a la falta de interés o habilidad, el medio ambiente no se siente cómodo.
Por otro lado, el diseño del diseño pavimentado aumenta esta dinámica: el fútbol ocupa espacios centrales, dejando a aquellos que no juegan en los márgenes. Además, su estructura competitiva establece jerarquías en las que enfatiza en el juego que dan reconocimiento social, lo que empuja a muchos niños a participar para que no se excluya.
La influencia de la cultura también juega un papel clave: el fútbol está presente en la familia, los medios de comunicación y la sociedad, lo que aumenta la idea de que este es un lenguaje común entre los niños y los símbolos de afiliación. Por lo tanto, no se juega en una posición secundaria en la vida social de la abolladura.
En el caso de las niñas, cuando intentan jugar, generalmente se entregan a posiciones medias (como goles) o se ignoran directamente.
Cambiar la cultura del fútbol
Hay escuelas que ya han comenzado a equilibrar este deporte mediante estrategias simples: "" juegos sin dial ", para que no estén dando vueltas.
Pero el cambio no solo es estructural, también es culturalmente. Si queremos que el fútbol deje de ser excluidos, debe trabajar con niños para vivirlo de otra manera: con menos agresividad, más respeto, más cooperación. Un juego limpio y la empatía son valores que pueden amplificarse de la escuela para hacer un espacio de reunión judicial, no extremo o marginación de la rivalidad.
Por lo tanto, las políticas y los líderes deben ser incluidos: reconocer el impacto que estas dinámicas tienen para formar niños y explorar alternativas que permitan a todos los estudiantes de estudiantes habilitados, competentes y apreciados. Sobre todo, debemos examinar la idea de jugar al fútbol (o jugar al fútbol) es una condición para ser parte del grupo.
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